Sigamos pecando

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Dicen que uno confirma que ha soñado algo bonito al despertar, aunque no se acuerde, cuando sin explicación aparente le das la bienvenida al día con una sonrisa. Alba sonrió y reafirmó haber tenido un buen sueño en el mismo momento en el que abrió los ojos. Le daba igual no recordarlo, la estampa que tenía delante le había robado el aliento.

Que sigas aquí, siempre será mi mejor sueño.

El sol iluminaba en diagonal la espalda desnuda de Natalia, como si le señalaran el punto estratégico de la habitación, la ruta por la que decantarse, lo más hermoso del lugar. Le acarició el tatuaje de la espalda lentamente y subió la mano hasta enredarla en su pelo, jugando con sus cabellos como cuando era pequeña. Besó su espalda desnuda con calma, recreándose en cada zona por la que pasaba, hasta llegar a su oreja, por donde pasó la lengua, riendo como una niña traviesa al ver a Natalia revolverse adormilada.

-Buongiorno amore- le susurró Alba al oído haciéndole cosquillas con su sonrisa-. Sigo sin arrepentirme de haberte convencido de que te quedaras a dormir conmigo.

-Seguro que llevas horas despierta regodeándote de ello- Murmuró Natalia sin abrir los ojos-.

-De eso y de alguna que otra cosa más- se mordió el labio-. Puede que te parezca mentira pero hemos dormido mas de ocho horas seguidas.

-Algo he notado- Natalia abrió los ojos lentamente-. Y sin ninguna sustancia- movió las cejas con chulería-, todo un récord para nosotras. ¿Me estabas metiendo mano mientras dormía? - inquirió con gesto serio-.

-No se dé que me hablas- Alba se hizo la loca-.

Se tomaron las manos sin decir nada y se quedaron allí, tumbadas de lado, la una frente a la otra, mirándose a los ojos con la cara engalanada con la sonrisa mas idiota que tenían en su repertorio. Hacía años que Natalia no despertaba en su cama, que entre sus sábanas no se quedaba impregnado su aroma, que en aquel espacio vacío que se le antojaba inmenso y lleno de monstruos, no había una pequeña luz que la ayudase a dormir tranquila, que no podía contener la emoción ni el asombro por tenerla allí de nuevo. Había pasado de tener que abrazarse a si misma porque el frío se le hacía insoportable a sudar como si durmiera al lado de una hoguera, asfixiada por ese calor de antes, de siempre, por esa energía incandescente que le había devuelto el alma al cuerpo.

-¿Por qué me miras así?- Natalia frunció el ceño-. ¿Tengo la baba colgando o algo en la cara? - se burló-.

-Cuando quieres algo no debes perderlo nunca de vista- Alba sonrió-. Así que cuando quieres a alguien- le robó un beso-, no dejas de mirarle para asegurarte de que no vaya a ninguna parte.

-Seguro que me has pintado un clítoris en la cara o algo- Natalia tiró de su labio-.

-No se me ha ocurrido- reconoció Alba chasqueando la lengua-, con lo ingeniosa que he sido yo siempre. Desde que has vuelto no se donde tengo la cabeza- se quejó haciendo un puchero-.

-Ni se te ocurra- le advirtió Natalia sin fiarse ni un pelo de las muecas que estaba haciendo-.

-Estate quieta que estoy inspeccionando los huecos- le quitó el capuchón al rotulador que tenía en la mesita de noche-. Dibujar mi clítoris en tu cara- se mordió el labio-. Menuda obra maestra para empezar la mañana. Y además sería una buena maniobra para mantener al Granjero Pordiosero a raya- movió las cejas-.

-Quieta con esa mano- Natalia intentaba atraparle la muñeca, pero la rubia reaccionaba rápido a su estrategia de caza-.

-Esta cara es para mi nada más- Alba colocó la lengua entre los dientes con una mueca de suficiencia-.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora