Somos absolutamente incapaces de poder ofrecer a nuestros seres queridos la protección que quisiéramos contra todo peligro, frente a cualquier dolor, ante las frustraciones, el tiempo perdido, la vejez o la muerte. Solemos quedarnos callados viendo como alguien sufre, nos aterra acercarnos al dolor, le tememos mucho más que a cualquier otra cosa, huimos en dirección contraria cuando le vemos aparecer. El dolor es una bestia negra con la que estamos condenados a vivir durante toda nuestra existencia.
Alba había pasado la noche en vela, por más que había querido, no había podido pegar ojo. Había acompañado a Natalia durante su sueño como su ángel de la guarda. Le había dado la mano bajo las sábanas como cuando era pequeña y le había prometido que no la dejaría sola hasta que despertase. Se había dedicado a verla dormir, observar su gesto contraído por esos sueños que la atormentaban, escuchar sus quejidos roncos productos del dolor y atender a sus súplicas encriptadas en un alma que en aquellos momentos estaba devastada.
Cuando se despertó ya no estaba, pero su calor seguía en la cama. No supo el porque no corrió tras ella, quizás porque entendía que necesitaba estar sola para lamerse las heridas, quizás fue el pánico de no poder alcanzarla de nuevo. No estaba preparada para que aquel dolor volviera, podía sentir como aquel tiro de gracia esperaba ansioso para acabar con ella. Intentó hacer como si nada aferrándose a las sábanas, abrazándose con todo su cuerpo al calor residual de aquella cama, como si nada más importara.
Conducía a toda velocidad saltándose los semáforos al límite, como si sintiera que algo o alguien la perseguía, como si supiera que el tiempo una vez más, jugaba en su contra. Estacionó de cualquier manera en los aparcamientos del parque, bajó del coche tratando de sosegar sus nervios y le entregó un billete al aparcacoches, dejándole claro con la mirada que su coche merecía un trato especial.
Hacía mucho que no visitaba un parque, casi ni recordaba cuando fue la última vez. Le produjo cierta nostalgia recordar a esa Alba feliz que soñaba con cambiar el mundo con un chasquido de sus dedos, con hacer magia, con una vida de cuento. Se dejó llevar y sus pasos la llevaron al estanque, donde permaneció un rato contemplando los patos ir de un lado a otro y a los niños alimentándoles con mucho entusiasmo. Esa Natalia sin las paletas de arriba vino a ella, podía verla agachándose muy cerca del agua, tentando a los animales con esa pose chulesca mientras agitaba el pan que tenía en la mano. Los estúpidos patos siempre la preferían a ella, pero no les culpaba, los animales solían ser muy intuitivos y razón no les faltaba. Tener a Natalia en su vida era como un sueño hecho realidad. ¿Quién podía negarse?
Déjame esta noche... soñar contigo,
Déjame imaginarme en tus labios los míos,
Déjame que me crea que te vuelvo loca,
Déjame que yo sea quien te quite la ropa.
Alba suspiró al escuchar esa voz y no pudo evitar sonreír, guiando sus pasos en su dirección. Era como una caricia susurrada, un abrazo silencioso, un beso robado para que no te sintieras solo. Respiró aliviada al verle rasgando las cuerdas de su guitarra rodeado de gente, haciendo ese conjuro tan suyo que te embrujaba en un mundo lleno de paz del que no querías salir nunca. Los dos se miraron a los ojos, cómplices y confidentes, entendiéndose sin palabras y dejando una vez más que la música hablara por ellas.
Si algún día diera con la manera de hacerte mía,
Siempre yo te amaría como si fuera siempre ese día,
Qué bonito seria jugarse la vida, probar tu veneno,
Que bonito seria arrojar al suelo la copa vacía.
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Una droga de diseño
FanficLa vida, un sorprendente y continuo sin sentido... Natalia y Alba se conocen prácticamente desde que nacieron, siempre han sido unas fieles compañeras de vida. De risas y llantos, de luces y sombras, de buenos y malos momentos. Entre ellas todo flu...