Sincericidio

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Ninguna soledad es mas dolorosa y profunda que la falta de confianza. Quienes la padecen y utilizan esa conducta esquiva, rígida y con tendencia a la frialdad no son precisamente personas felices. ¿Pero que es realmente la felicidad? ¿De verdad existe o simplemente es un espejismo de euforia contenida? Las personas desconfiadas se colocan en un estado de vigilancia constante y casi sin darse cuenta asocian cualquier conducta como una amenaza. Eso había hecho que Natalia y Alba se construyeran una coraza para poder seguir adelante, poniendose tantas capas para no sentir las heridas que ahora eran incapaces de sentir cualquier caricia, intoxicadas por su propia angustia y desconfianza extrema. Ya solo esperaban perderse en algun momento en aquel círculo vicioso, pero parecía que a la vida le gustaba marear la perdiz. Para dos personas incapaces de dejarse doblegar por los estímulos, sentirse de un modo tan puro y natural era casi milagroso, algo tan divino que les parecía pura magia.

Contigo aprendí

A ver la luz del otro lado de la luna

Contigo aprendí

Que tu presencia no la cambio por ninguna

Aprendí

Que puede un beso ser más grande

Y más profundo

Que puedo irme mañana mismo de este mundo

Las cosas buenas ya contigo las viví.

Y contigo aprendí

Que yo nací el día en que te conocí.

No había sido capaz de pegar el ojo en toda la noche, asediada por sus peores demonios. Por mas que trataba de calmar a sus monstruos, le era imposible doblegarles y que le dieran una tregua. Por suerte ya se había acostumbrado a aquel castigo. Se había visto obligada a buscar una dedicación nocturna con la que darle la bienvenida al amanecer y había terminado sumida en una improvisada sesión de bricolaje que no se le estaba dando mal del todo. Todo aquello le recordó a otra época en la que era muy feliz, cuando se perdía con Natalia por el pueblo con sus bicicletas y se besaban en la cascada lejos de todos. El olor a tierra mojada, el frio del agua, el relinchar armonioso de los caballos, como se colaban en el cobertizo para robar un poco de licor que hacía su abuelo. Aquella fue una buena época, sin duda. No pudo contenerse y dejó de tocar para reírse a carcajadas, solo de recordarlo se le saltaban las lágrimas. Juntas eran lo peor. Natalia la observaba reir apoyada en el marco de la puerta, no queriendo interrumpir aquella preciosa estampa. Adoraba escucharla reir, le daba años de vida.

-Siempre has tenido una risa de bruja mala- se burló Natalia-.

-Y tu un humor de mierda- se la devolvió Alba-. ¿Te he despertado?- hizo un puchero-.

-En el momento en el que te has levantado de la cama- reconoció sentándose a su lado-. ¿Recuperando viejas aficiones? - le dio un toque en la nariz-. Me extraña que no hayas acabado con el flequillo pintado o pidiéndome que te saque un astilla del dedo.

-Tratando de reencontrarme con viejas emociones- confesó Alba dándole un beso en los labios-. No podía dormir- suspiró-.

-¿Y por que te estabas riendo?- preguntó Natalia con mucha curiosidad-.

-Recordaba nuestras pequeñas locuras- Reconoció una Alba emocionada-. Cuando le robamos el licor a tu abuelo y nos escapamos a caballo a la cascada en secreto.

-Mi madre se pensó que estaba coqueteando con algún garrulo de pueblo- Natalia se echó a reir-. Todavía me acuerdo de la charla de debes respetarte a ti misma para encontrar a un buen chico- imitó la voz de su madre-.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora