La verdad nos hará libres

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Inmanuel Kant decía que la inteligencia del individuo se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar. No es que el filósofo alemán hubiera descubierto precisamente el origen del universo, pero quizás si que le había dado respuesta a muchas de las preguntas del ser humano. O al menos, eso pensaba Alba mientras leía su obra. Durante su tiempo de recuperación Elena se había encargado de suministrarle algunos libros para que tuviera algún que otro pasatiempo, mas allá de sonreírle a la morena como una boba y disparar su imaginación para que la situación actual, no matara la magia en la pareja.

Llevaba una semana de rehabilitación después de dos hospitalizada. No le hacía gracia estar entre aquellas cuatro paredes, vigilada y prisionera. Se sentía como cuando era niña y tenía que dar explicaciones hasta para salir a dibujar un maldito columpio. Además, no había dejado de hacerse preguntas. ¿Qué había pasado? ¿Por qué no se habían llevado nada después de atacarla si ella no había dado la alarma? Y sobre todas las cosas, aquella frase que no la dejaba respirar tranquila.

Ya me advirtió que intentarías algo como esto.

La tenía grabada a fuego en sus pensamientos, a pesar de no recordar del todo lo que había pasado. La policía le había tomado declaración varias veces y eso solo podía significar una cosa. La hipótesis de un robo mal ejecutado estaba descartada y cobraban vida otras menos atractivas. La idea de que alguien hubiera intentado matarla en venganza. Alba siempre medía bien sus ofensivas, sabía a quien podía retorcerle las tuercas y con quien debía ser mas cuidadosa. Por eso algo no encajaba en su esquema. Ademas, en su mundo, la tortura era mucho más selecta y lo que había pasado, estaba lleno de rabia.

-¿Puedo pasar?- Preguntó tocando la puerta con los nudillos-. He visto las llamadas, pero estaba algo ocupada.

-Claro- Alba asintió-. Me alegra tener visitas y tu compañía es agradable. No me mires así Sab- hizo una mueca traviesa-, no estoy tan mal.

-No he dicho nada- Sabela levantó las manos en son de paz-. No quise preguntarle a Lacunza cuando...vino por tu bloc y llamar me parecía...-carraspeó nerviosa-. Me alegro que estés recuperándote.

-Gracias por lo que hiciste- Alba sonrió-. Si no hubiera sido por ti, probablemente ahora...-se quedó callada-.

-¿Qué necesitas?- le preguntó pidiendo permiso para sentarse-. Supongo que no me has llamado para que te reorganice la agenda, aunque lamento decirte que la policía barrió toda la gale...-No logró terminar-.

-No soy idiota- gruñó Alba-. Mi madre me esquiva y Natalia no dice una sola palabra del tema, así que es evidente que hay problemas.

-Ya te he dicho que...-Sabela intentaba insistir-.

-Fue a mi a quien apuñalaron- le recordó clavándole la mirada-, soy la que necesita las respuestas.

-Ese es el problema- Sabela miró hacia la puerta, necesitaba asegurarse que estaban solas-, que no tengo esas respuestas. He revisado las imágenes una y otra vez, pero las cámaras se quedan congeladas justo a mi salida. Lo que significa que nuestro circuito fue intervenido. Y no por cualquiera, de eso estoy segura.

-¿Por qué no por cualquiera?- Alba frunció el ceño-.

-Al invadir el sistema, mi firewall manda una señal del bloqueo- explicó Sabela-. Las puertas se hubieran cerrado y se habría disparado la alarma, pero nada de eso pasó. Además, la señal de tu móvil estaba desviada a un repetidor y la policía no recibió ningún aviso que no fuera el mío.

-Pero pueden atribuirlo a un fallo de sistema- Alba negó con la cabeza-.

-Posiblemente el día antes de que te apuñalaran- Sabela asintió-. Insististe en que lo arreglara y me puse manos a la obra. Lo provocaron, necesitaban que llamara al servicio técnico.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora