Juntas y revueltas

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Había tratado por todos los medios de concentrarse en cualquier tarea que le resultaba distraída, en un intento por no pensar demasiado y no darle vueltas a la cabeza, pero lo cierto era que su subconsciente, maltratado por los golpes de viento, la hacía temerse lo peor. Se había cambiado un par de veces de ropa y había abierto un perfume que le había regalado alguien que no recordaba en una cita en que tampoco tuvo que ser muy interesante porque lo más valioso que sacó de ella fue un perfume que ni siquiera iba con ella. Tampoco podía seguir apagando con el dedo y encendiendo la aromática vela de citronela, necesitaba otro entretenimiento. Ahora solo se limitaba a dar vueltas y hacer surcos en la grava con su pie mientras se recolocaba el peinado, de formal a desenfadado y vuelta a empezar. Sacudió la cabeza y se frotó las manos, deslizando el sudor nervioso que supuraba de una piel que había comenzado a encender las sirenas de alarma, aunque ella tratara de hacer oídos sordos y no escucharlas.

Dijiste que te quedarías y puedo sentir que en cualquier momento aparecerás.

Resopló y decidió apoyarse sobre un árbol cercano, como si el contacto con la tierra fuera una especie de oráculo que pudiera decirle algo. Tampoco iba muy desencaminada, a fin de cuentas todos acabaríamos tarde o temprano bajo ella e incluso había quienes se arrastraban en el lodo y llegaban a cogerle el gusto. Ella podría corroborarlos, en los bajos fondos y en morder el barro, tenía bastante experiencia. El polvo lo había terminado reblandeciendo con la saliva de sus bocados, con los esputos de su fracaso, aunque por lo menos la caída ya no le dolía tanto, incluso había ensayado la fuerza con la que darse el golpe. Para que esperar el golpe del rival, si el tuyo es mas letal. Se palpó los bolsillos con una torpeza nerviosa y se llevó el porro a medio consumir que aún no había rematado, aquella era la ocasión idónea, necesitaba un poco de calma y que mejor que disipar sus inquietudes en el fumo, quizás la fumata blanca le cumplía el deseo. Se lo llevó a los labios con lentitud y aspiró con continuidad para prenderlo, dejando que el efecto placebo del humo y su sabor duro envolvieran sus apuntalados muros para seguir en pie como hasta ahora, como en los conciertos cuando no puedes más pero empiezan a poner las melodías mas intensas y no te queda mas remedio que saltar para no quedar descolgado. Se llevó la mano al pecho tratando de deshacerse de aquel ahogo casi hermano que siempre la acompañaba, arañándose rabiosa ante la angustia, declarándose en guerra por esa incertidumbre ciega que la dominaba y que la tenía caminando casi al borde del desfiladero. Estaba tan absorbida por su inquietud, que no sintió que alguien se le acercaba por detrás, hasta que la abrazó por la espalda, envolvió su cintura con sus brazos y le dejó un tímido beso en el cuello. Tambien se había sentido extraña sin sentirla cerca. Ese calor en su espalda subiéndole por todo el cuerpo le estaba devolviendo el suyo propio, ese que ella misma se había llevado al romper su abrazo y despedirse con una pronta vuelta que para Alba, había sido mas eterna incluso que la última. Sonrió ampliamente y abrazó su propio abrazo, maravilla, absorbida, adicta total a un calor que solo encontraba contra su piel, una piel que era casa, palacio y paraíso. Todo lo que necesitaba para seguir retando al destino.

Por fin has llegado.

-¿Por qué un camping y una casa rodante?- Natalia se apoyó en el árbol para cargar con el peso de Alba-.

-Me parecía una buena metáfora contrapuesta de mi vida- confesó con una sonrisa burlona-. Y hay buenas vistas. Rodeada de naturaleza y libertad- giró la cabeza para mirarla-, pero aun así perdida- le dedicó una mueca triste-.

-Bastante autodestructivo- reconoció Natalia con una mueca burlona-, pero bien pensado. Y con los mosquitos ya tienes tu infierno- le susurró en voz bajo contra su oreja-.

-Mi especialidad- Alba le rozó la mejilla con la nariz incapaz de dominar su ansiedad por un poco de contacto-. ¿Qué tal el swing?- se acercó lentamente a sus labios y le dejó un dulce beso-.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora