Parece que esta noche, hay lluvia de estrellas.

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Osho decía que el mayor temor del mundo no era otro que la opinión de los demás y que en el momento en que dejamos de temerle a la multitud, ya no somos ovejas, pasamos a convertirnos en leones, de cuyo corazón surge el rugido de la libertad. Estaban pasando por un momento parecido, ese en el que el calor de esa armadura de algodón asfixiaba y la lana las desdibujaba, haciéndolas cargar con un peso muerto, que no eran más que el resultado de viejas acciones ante las que poco se podía hacer.

No sabían cuando se decidieron a recuperar lo que tenían, pero si estaban convencidas de que hacerlo, era lo correcto. Juntas se sentían a salvo, en una tabla en mitad del mar mientras todo a su alrededor se hundía, agarradas de la mano como las nutrias para que la marea no las hiciera cambiar de rumbo. Nunca se habían soltado del todo, se habían declarado una guerra llena de misivas de tregua tratando de ganar tiempo para que la vida volviera a ponerlas del mismo lado.

Y allí estaban, como todos los viernes especiales de sus vidas, sentadas en los cómodos sillones de cuero del mejor sitio de tortitas que habían conocido nunca, sin soltarse de la mano. Ni siquiera habían mirado la carta, les daba igual lo que les pusieran, lo importante era no perderse ni un solo segundo de aquel instante.

-No ha cambiado absolutamente nada- Alba se fijó en la decoración-.

-¿Por qué estamos aquí?- Natalia le hacía caricias en los dedos de la mano-.

-No sé- Alba se mordió el labio-, me apetecía. Hoy es un viernes especial- arrugó la nariz-.

-¿Y eso por que?- Natalia hizo una mueca pretendiendo que le regalase el oído-.

-Porque nos hemos besado en cuatro semáforos- Alba movió los dedos señalando la cifra con una sonrisa pícara-. Nos falta el de la avenida que sino no nos daba tiempo, luego volvemos- la apuntó con el dedo-.

-Tampoco nos tenemos que besar en todos los semáforos- Natalia sonrió-.

-¿No quieres mis besos?- La rubia enarcó una ceja-.

-Todos los quiero- Natalia se inclinó para besarla-. Los que me debes, los que se quedaron en el aire y los que deberíamos repetir porque con una sola vez no fue suficiente.

-Y los que nos faltan- le mordió el labio-, esos si que no te los esperas- le guiñó el ojo-. Debería haber una placa en mi honor en este sitio, la mitad de la caja que han hecho en su historia ha sido gracias a mí.

-En realidad creo que la mayor parte del mérito es mío- Natalia se mojó los labios-. No hubieras atravesado el umbral si yo no hubiera dicho que teníamos que entrar.

Guardaron silencio cuando vino la camarera con sus batidos y sus tortitas y brindaron con sus enormes copas. En otro momento, Alba no se habría tomado aquel cúmulo de calorías vacías ni amarrada y mucho menos cuando siempre se saltaba la merienda por considerarla una pérdida de tiempo. Sin embargo, allí estaba, sorbiendo tímidamente de la pajita de su batido sin poder apartar la vista de Natalia, que la obsequiaba con una sonrisa traviesa.

-Por la noche saltaba con la cuerda hasta que no podía más para que el entrenador no se diera cuenta de que me saltaba la dieta- confesó Natalia metiéndole un bocado a la tortita-.

-Venía aquí cuando te echaba de menos- Alba suspiró-. Pedía tu batido de chocolate y plátano y...- volvió a tomarle la mano-. Me concedía algún momento entre los buenos recuerdos que guardaba de nosotras en lo que me acababa el batido.

-Ahora ya no hay recuerdos- Natalia sonrió-. Estamos aquí.

-¿Me vas a alimentar como esas parejas vomitivamente repulsivas?- Inquirió la rubia-.

Una droga de diseñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora