CONTINUACIÓN DEL CAPÍTULO II

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Ya se había puesto su nuevo uniforme —y acababa de ponerse las botas— cuando se percató que era hora de partir rumbo a la aldea.


Tuvo razón: No había dormido nada esa noche.

 

Sin embargo no resultó tan horrible como había esperado. Además, las 20 vueltas que corrió servirían como ejercicio físico para su joven cuerpo.

 

Para cuando terminó de hacer las múltiples tareas que le asignaron y regresó a la leñera intentar dormir sería algo inútil por lo que en lugar de eso se puso a cultivar —esta vez de la manera correcta—.


Ya podía sentir que —en comparación a cuando recién se despertó en ese nuevo mundo— ahora era mucho más fuerte de lo que había sido en su primera vida.

 

El resto de sus compañeros le ordenaron que se encargara de todo el trabajo pesado antes que el grupo partiera por lo que tuvo que llenar el carruaje con todo tipo de suministros y armas temporales —y que le servirían al resto para entrenar—.

 

El adolescente se contrajo de dolor cuando la esquina de una caja particularmente pesada se clavó en la herida de su mano —la cuál ya se encontraba vendada— provocando que se reabriera.



No importaba.

 

Esa era la última caja de todos modos así que no tenía que preocuparse de manchar algún objeto con su sangre.

 

No hasta que el líquido carmesí dejara de emanar por su propia cuenta.



— ¡Saludos, Shizun! — escuchó a los anteriormente parlanchines discípulos exclamar al unísono.


Luo Binghe se dio la vuelta para ver a Shen Qingqiu asentir con la cabeza al escuchar esas palabras, dándoles permiso a sus pupilos de erguirse antes de dirigirse a abordar la carroza más elegante.


Típico.


— Oh. Lo siento, Shidi. Al parecer no hay suficientes caballos para todos. Me temo que, hasta que lleguemos a nuestro destino, tendrás que recorrer el camino a pie — espetó Ming Fan montado desde un caballo que lo dejaba a una distancia particularmente alta del suelo.

 

Los discípulos cerca de su hermano marcial comenzaron a reírse de la desgracia de Luo Binghe.


De nuevo.



Típico.



— ¡A-Luo puede cabalgar conmigo! ¡Mi caballo puede llevarnos a ambos! 



Ah, Yingying. Por favor arroja la pala que usas para cavar mi tumba. No me estás ayudando en absoluto.



Ming Fan sonrió de manera burlona. Estaba por decir algo cuando Luo Binghe tomó esta oportunidad para suavizar un poco las cosas.

EL SISTEMA DEL ORGULLOSO DEMONIO INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora