CONTINUACIÓN DEL CAPÍTULO XIX

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El sueño se sintió tan familiar y a la vez tan desconocido.


El pequeño Shen Jiu estaba sentado bajo un enorme árbol y miraba fijamente el cielo color púrpura totalmente despejado.


Sí, no había Luna.


De hecho tampoco parecía haber estrellas.


En su lugar había pequeñas manchas blancas flotando a su alrededor. Las nubes –por su parte– se apreciaban de forma tenue y majestuosa.


Era un paisaje hermoso y –aún así– el niño no podía apartar de su interior el sentimiento de soledad que anidaba profundamente en su corazón o la intensa sensación que le arañaba los huesos y le hacía sentir que algo estaba mal.


Sentía que debía irse, pero no lograba hacer que su cuerpo respondiera y se irguiera.


En lugar de eso, continuaba esperando.


Justo ahora él ya debería estar aquí.


¿Quién?


¿Debería esperarlo un poco más?


¿A quién estoy esperando?


¿Qué sucederá si no aparece?


No puedo recordar a quién estoy esperando.


Quizá si lo voy a buscar...


El niño finalmente se levantó de las raíces del árbol y deambuló por todo el prado hasta llegar a un río al cuál metió la mano e hizo que –al sentir sus aguas– una sensación ilusoria que se parecía mucho al frío le recorriera todo el cuerpo.


Entonces notó su reflejo. Grandes ojos expresivos —parecidos a los de un fénix— le devolvieron la mirada.


¿A quién estás buscando? preguntó su reflejo.


La voz del muchacho era parecida a la suya pero tenía un eco que le pareció inquietante.


No puedo recordarlo, pero era alguien especial para mí respondió Shen Jiu.


Tonto, eso no puede ser verdad.


Su reflejo se burló de él y el sonido de su risa provocó que un fuerte terror le recorriera el cuerpo.


De pronto la persona en el agua cambió su apariencia repentinamente.


Quien se encontraba mirándolo fijamente por debajo del agua era un niño pequeño que tenía ojos tan brillantes como estrellas.

EL SISTEMA DEL ORGULLOSO DEMONIO INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora