CAPÍTULO XIV: EL DIOS DE LA GUERRA DE CANG QIONG TE RETA.

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– ¡AH...!


Con un fuerte ruido sordo el discípulo de Bai Zhan contra el que peleaba Luo Binghe cayó al suelo.


El señor demonio ya había desarmado a su oponente y había mandado a la espada del joven frente a él volando fuera de su mano, dejándola fuera de su alcance antes de tomar la muñeca de su contrincante y colocarla detrás de su espalda, inmovilizándolo por completo.


Había derrotado al último discípulo restante del Pico Bai Zhan –y también al que era el más poderoso–.


– ¡El puntaje final es 2:1! ¡El Pico Qing Jing es el ganador de este encuentro marcial! – gritó Ming Fan.


– ¡Eso fue asombroso, Luo Shidi! – gritó Ning Yingying, rebosante de emoción en medio de la multitud.


– ¡Así fue! ¿Dónde aprendiste ese movimiento que usaste a mitad de la pelea?


Repentinamente Luo Binghe se encontró rodeado de discípulos vestidos con túnicas verdes, blancas y azules.


Había pasado un largo tiempo desde la última vez que fue el foco de atención –si bien jamás había recibido por parte de sus hermanos marciales un trato como ese–.


Su Señor demonio interno se reía de ira y del excesivo orgullo que sentía en ese momento por sí mismo.


Era un sentimiento complicado.


Sin embargo esa emoción se ahogó entre los elogios que recibía y que lo hacían sentir adorado, admirado y digno de amistad.


En algún rincón dentro de lo más profundo de su oscuro corazón brotó una hoja verde y llena de vida que se abrió paso a través del marchito loto blanco que aún vivía en él.


Dirigió su vista hacia Shen Qingqiu –ese era un viejo hábito que había adquirido en su vida pasada y que había vuelto a adquirir en ese momento debido a la atmósfera reinante del ambiente – y casi se asombró al verlo.


Shen Jiu había bajado su abanico lo suficiente como para que Luo Binghe pudiera vislumbrar en sus facciones el orgullo, aceptación y aprobación que tanto había deseado –al igual que una pequeña sonrisa – antes que todo eso desapareciera bajo su usual fachada fría e imperturbable.


Eso era suficiente por ahora.


Luo Binghe podía sentir sus mejillas completamente calientes pero no de la forma a la que estaba acostumbrado.


Esta vez había un cálido sentimiento en su pecho que no podía explicar del todo.


La última vez que había sentido algo como eso fue cuando su madre todavía estaba viva.


Antes de poder profundizar en ese sentimiento –o hacerlo a un lado para poder disfrutar de la atención que siempre había deseado tener por parte de sus compañeros – pudo escuchar un repentino sonido de pisadas dirigiéndose hacia él lo que provocó que los discípulos que lo rodeaban soltaran un alarido de sorpresa y regresaran inmediatamente a la zona de espectadores.

EL SISTEMA DEL ORGULLOSO DEMONIO INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora