CONTINUACIÓN DEL CAPÍTULO XI

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Shen Qingqiu ya se encontraba dentro de la tina de baño cuando el adolescente se percató que había olvidado pasarle los aceites aromáticos. 


¿Qué tenía de bueno darse un baño si solo te sumergías en agua caliente?


Por ello —tras tomar los frascos de aceite— entró —por primera vez en su segunda vida —al cuarto de Shen Qingqiu.


La primera vez que había invadido los aposentos de su Maestro la habitación ya había quedado reducida a carbón humeante.


El demonio observó que frente a la pared se encontraba una cama con dosel y —junto a ella— una ventana que permitía a la brisa mover la cortinas. También había un escritorio, unos pocos pergaminos, un espejo de bronce y un guardarropa.


El baño se encontraba en una pequeña habitación al lado de todo eso —y no sabrías que existía a menos que entraras a la habitación principal—.


Luo Binghe usualmente calentaba el agua dentro de la tina de baño y se la entrega a Shen Qingqiu en la entrada de su habitación.


Era bastante pesada pero su Shizun tenía sus años de entrenamiento y cultivo para ayudarlo en esta tarea.


En ese momento escuchó un suave sonido proveniente del cuarto de al lado (como el que hacía el agua al moverse) por lo que se acercó un poco hasta ahí, posicionándose en contra esquina.


Lo primero que sus ojos vieron fue la espalda desnuda del inmortal. Su largo cabello negro bajaba a lo largo de toda la nívea superficie antes de hacer contacto con el agua en la tina y esparcirse a su alrededor —como si se tratara de gotas de tinta—. Sus hombros desnudos se apreciaban musculosos pero delgados —tan pálidos y delicados como los recordaba—.


Luego de respirar profundamente para calmarse a sí mismo el joven golpeó suavemente con sus nudillos la puerta abierta que estaba a su lado y pudo ver como esos hombros temblaban por la sorpresa.


Girando un poco la cabeza, el único ojo visible de su Shizun lo miró con detenimiento.


— Creí haber sido bastante claro cuando te dije que tienes prohibido entrar aquí — su tono fue bajo pero helado.


— Pido perdón a Shizun. Es solo que me percaté que olvidaste llevarte los aceites aromáticos.


Shen Qingqiu se viró por completo para poder mirarlo y —aunque esa posición habría podido permitirle ver a la perfección uno de sus pezones rosados— su largo y oscuro cabello lo cubría de su vista.


Luo Binghe se aseguró de no mirarlo fijamente.


¡Prepárate Shizun, es hora de crear lazos cercanos!


El más joven se acercó a la bañera y dejó los aceites sobre un taburete.

EL SISTEMA DEL ORGULLOSO DEMONIO INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora