CAPÍTULO XIX: DEJARTE ATRÁS ES UN DOLOR TAN DULCE

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Shang Qinghua se encontraba completamente incrédulo ¿¿Pero qué mierda acababa de suceder??


Claro, sin lugar a dudas algunas cosas eran un poco diferentes en este mundo, pero siempre pensó que eso se debía a que él se encontraba ocupando el lugar del Shang Qinghua original.


Sin embargo –tras haber presenciado lo que había sucedido– estaba bastante seguro que algo había cambiado por completo la trama, al igual que el mundo que había creado y a la gente que vivía en el.


En Señor de An Ding podía ser alguien torpe pero estaba seguro que jamás había cometido el gran error de modificar la forma en la que Luo Binghe había caído al Abismo sin Fin, arruinando así su historia (no era algo que hubiera hecho ni siquiera en sus borradores más locos).


En primer lugar Mobei Jun había decidido aparecer en lugar de la Pitón Rinoceronte Luna Negra.


Después Shen Qingqiu –de hecho– había elegido ayudar a Luo Binghe.


¡Y nisiquiera lo había empujado! ¡El protagonista había decidido dejarse caer al Abismo por voluntad propia, dando un maldito salto de fe!


Poco después de haber presenciado esa locura Liu Qingge arribó a donde estaban, aún sobre Cheng Luan. Sus túnicas estaban manchadas con sangre de diferentes colores y tenía un moretón apenas visible asomándose en su mandíbula.


También había sangre seca debajo de su nariz.


Shang Qinghua sentía un poco de curiosidad por el hecho de saber con qué se había encontrado el Dios de la Guerra ya que se suponía que –para este momento– él llevaba mucho tiempo muerto por lo que no tenía idea de cómo había sido la vida de Liu Qingge hasta ahora, o el rumbo que tomaría de ahora en adelante.


El Abismo Sin Fin ya se había cerrado, dejando muy poca evidencia de su innegable existencia hacia apenas unos minutos.


Pese a eso Shen Qingqiu aún estaba arrodillado en el mismo lugar en donde había caído y miraba los pedazos destrozados de Zhen Yang –que yacían en un pequeño charco de sangre, cortesía de Luo Binghe, ya que el joven demonio había sostenido entre sus manos el filo de Xiu Ya y sangrar había sido algo inevitable–.


– ¿Por qué no hay nadie contigo? Un montón de niños me dijeron que viniera por ti a este lugar– espetó Liu Qingge mientras se acercaba a Shen Qingqiu.


Pfff, gracias, Liu Shidi. Tú hermano marcial Shang también está aquí ¿Sabes? ¡Y como estoy aquí obviamente Shen Qingqiu no está solo!


No fue hasta que el Dios de la Guerra estuvo lo suficientemente cerca para poder mirar por encima del hombro de Shen Qingqiu que pudo percatarse que había brillantes pedazos metálicos ensangrentados justo frente a él.


El arma era fácil de reconocer.


No había dudas con respecto a quién pertenecía.

EL SISTEMA DEL ORGULLOSO DEMONIO INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora