CAPÍTULO XI: CREANDO LAZOS CERCANOS

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[¡Felicitaciones! ¡La misión "Perdiendo peso de forma épica" ha sido completada!

¡+150 puntos B!

¡+150 puntos de frescura!

¡+20 Puntos de afecto!]


Mientras montaba a su caballo —y se disponía a regresar a Cang Qiong con el resto de los discípulos— Luo Binghe observó las notificaciones que desplegaba la pantalla azul que tenía frente a él.


Los puntos adicionales de afecto se le habían otorgado por haber reunido al señor Zhang con su hija.


Ver su puntuación en la pantalla le provocó una sensación indescriptible en el pecho.


Liu Qingge se había ido antes que ellos —llevándose consigo a una alterada, atada y ligeramente sedada mujer—. Mu Qingfang se había quedado y viajaría en el carruaje junto a Shen Qingqiu debido a la imposibilidad que había tenido el Señor de Bai Zhan para llevarse a los tres en su espada.


Desde que el demonio lo había ayudado a librarse del envenenamiento el erudito parecía tratarlo un poco diferente.


Según dijo su hermano marcial, el veneno usado había sido la "Hierba de la Luna Silenciosa" el cuál —en pequeñas dosis— funcionaba como un sedante y —médicamente— se usaba en cirugías o para realizar amputaciones ya que impedía que el paciente moviera las piernas y también aliviaba un poco el dolor.


Sin embargo —si se usaba en altas dosis— podía paralizar por completo a una persona, causándoles asfixia y —por ende— la muerte.


Luo Binghe no tenía duda que —aún con su cultivo intacto— Shen Qingqiu había pasado por una situación bastante peligrosa.


También recordaba la respiración boca a boca que le había dado.


¿Debía tomar aquello como un exitoso avance en cuanto a las intenciones románticas que tenía hacia él se refería?


Pero lo que en verdad lo molestaba era el nombre que había escuchado y que se sobreponía a los pensamientos llenos de pánico de su Maestro.


Qiu.


Ese también había sido el apellido de una de sus esposas —y podía recordar que ella tenía un odio especialmente reservado para su Maestro, tal y como él en su última vida—.


Había sido este punto en común lo que la había llevado a estar entre sus sábanas y a mantenerse entre ellas pero —en realidad— nunca le importó por qué lo odiaba y asumió que había sido una víctima de la lujuria de Shen Qingqiu.


Pero ahora sabía que su Shizun no tenía ese tipo de sentimientos hacia las mujeres y que solo buscaba consuelo en ellas.


Durante el caso del desollador se había percatado que las cortesanas del burdel no lo trataban como a un cliente sino como a un amigo.


El pánico que vio en sus ojos cuando se estaba asfixiando era algo que Luo Binghe solo había atinado a advertir en forma de pequeños destellos durante sus sesiones de tortura ya que ese miedo era ocultado con rapidez tras el ojo restante de su Maestro.


Esa orbe que lo miraba de forma fija y se rehusaba reaccionar de cualquier forma.


Eventualmente se aburrió de eso e intentó otros métodos para conseguir la atención de su Shizun.


Sentía que le faltaban algunas piezas del rompecabezas.


Quizá Shen Qingqiu había vivido una situación que terminó convirtiéndolo en un monstruo.


Un monstruo que —a su vez— terminó creando a otro.

EL SISTEMA DEL ORGULLOSO DEMONIO INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora