EL SISTEMA DEL ORGULLOSO DEMONIO INMORTAL

FIN DEL CAPÍTULO VI

[¡Felicitaciones! ¡Trato con "Meng Mo", el demonio de los sueños,  exitosamente concluido!

+50 puntos B]

En cuanto despertó de su sueño — y habiendo conseguido su propósito—  Luo Binghe parpadeó, satisfecho.

Al observar la habitación que lo rodeaba y darse cuenta que el sol comenzaba a salir por el horizonte concluyó que había estado durmiendo —más o menos— durante todo un día.

El adolescente inspeccionó un poco su cuerpo y se percató de lo bien que estaban sanado sus heridas.

Podía sentir que la mayoría de sus lesiones habían comenzado a sanar —gracias a la cultivación más alta que tenía ahora y a que haber dormido lo había ayudado bastante—. Su tobillo esguinzado ya no estaba inflamado y la fractura en su otra pierna apenas y era visible.

Era una buena recuperación para llevar tan solo un día de reposo.

El Rey demonio puso su espalda recta e intentó sentarse —probando con ello los límites de su propio cuerpo—.

Realizar semejante acción le dolió pero se las arregló para poder lograrlo y al final fue capaz de ponerse de pie y dar unos cuantos pasos (siendo lo único que delataba que estaba herido la notoria cojera que tenía al caminar).

Estaba seguro que —para ese momento— Mu Qingfang ya había hablado con su Shizun y este ya sabía que se encontraba dentro de su casa. 

Luo Binghe atravesó la puerta rengueando y lo que vio ante él hizo que se congelara justo donde estaba ya que —si bien su Shizun no se veía por ningún lado y parecía seguir durmiendo— la casa de bambú era un completo desastre.

Anteriormente no le había prestado particular atención a la habitación contigua en la que se encontraba y había asumido que no se usaba con frecuencia por lo que las condiciones en las que se encontraba eran comprensibles. 

Sin embargo —en la habitación en la que ahora estaba— pudo divisar pergaminos regados por todo el escritorio —y que parecían un intento fallido de pulcritud—. También había tazas de té sobre la mesa y —a su lado— yacían dos abanicos.

Artículos con diversos usos (y que eran importantes en mayor o menor grado) se esparcían por toda la casa y casi cada rincón en ella se encontraba cubierta con gruesas capas de polvo.

No podía ser cierto que su remilgado y prístino Shizun viviera de ese modo ¿O sí?

Tal desorden y abandono no era algo con lo que uno pudiera asociarlo puesto que no concordaba para nada con el aire inalcanzable ni con la actitud arrogante que poseía.

¿Realmente podía decirse que alguien que valoraba tanto la limpieza —hasta el punto de haberlo golpeado si tenía una insignificante mota de polvo en la túnica—era por completo incapaz de mantener su propia casa aseada y pulcra?