FIN DEL CAPÍTULO IV

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Liu Qingge abrió los ojos.


Esta vez sus orbes reflejaban serenidad (ya no estaban llenos de la locura previa que se había apoderado de él en las cuevas Ling Xi).



Fragmentos de recuerdos dispersos comenzaron a bombardear su mente: miradas fijas, la lucha que sostuvieron dos espadas, su visión distorsionada por la ira...


También recordaba que —en ese momento— solo dos personas habían estado en el interior de las cavernas.



Una de ellas era Shen Qingqiu.


¿Shen Qingqiu?



No. 


Era imposible.

EL SISTEMA DEL ORGULLOSO DEMONIO INMORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora