CVIII - Hereditario.

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¡Otra vez de los nervios! ¡Seven estaba al borde de un soponcio! Pocos minutos después de haber entrado en el partirorio, le rogaron que abandonara la sala. No había sido suficiente con sostener a su hijo un instante, y mucho menos con ver a Melissa en la cama, agotada. Apenas sonriente, porque si no fuera porque tenía a Saewon en los brazos —con las pocas fuerzas que le quedaban— se habría rendido, y hubiera suplicado por un descanso.

Aunque, en el fondo, lo entendía. Melissa debía ser trasladada a la habitación donde residiría unos días, hasta su recuperación.

Seven había pagado la habitación por adelantado. ¡Se había dejado una pasta! Pero Melissa estaría mejor que en su propia casa, en una habitación exclusiva para ella —sin compañeras, no como la otra vez— y con sala de estar. No por nada, Sheryl había resultado ser una mujer encantadora. Sin embargo, Saeyoung quería la mayor comodidad para la madre de sus hijos.

Y eso incluía televisión indefinida y habitación de lujo. ¡Nevera y un escritorio! Aunque el escritorio... bueno, podía usarlo él mientras tanto.

Al salir de la sala de partos, los padres de Melissa acudieron junto a Saeyoung. Con tanta desesperación como la que él exhibió momentos atrás.

—¿Cómo está Melissa? ¿Y los niños?

—Todos bien. En seguida la subirán a la habitacion, y los bebés están en buenas manos.

Un suspiro de alivio por parte de Amanda tranquilizó a Seven. Por desgracia, el señor Craine no se había quedado satisfecho con esa respuesta.

—Necesito saberlo. ¡No me mires así, mujer! ¡No puedo dejar de pensar en ello! ¡Tengo que salir de dudas!

—¡Ni se te ocurra, Eugene! ¡No es momento de bobadas!

—¡Lo serán para ti! ¡A saber cuando puedo ver a mis nietos!

—¡Cuando llegue el momento! ¿No te vale con saber que están bien?

—¡No! —rugió, y se volvió hacia Seven—. ¿Son pelirrojos? ¡Venga, dímelo!

Saeyoung se quedó sin habla. Congelado, como si le hubiera comido la lengua el gato.

—Saeyoung no le hagas caso. ¡Tanta cerveza le ha dejado inútil!

—Es que no lo sé. —Confesó impactado—. Tenían poco pelo, no me he fijado mucho...

—¿Cómo que no te has fijado? —Refunfuñó—. ¡Pues vaya mentecato!

—¡Eugene, ya está bien! —Amanda le agarró de la oreja—. Te estás comportando con un viejo pesado. ¿No te da vergüenza?

Le tiraba con tanta fuerza que parecía que le iba a arrancar la oreja. «Tengo que salir de aquí» pensó Saeyoung.

Sin duda, era hereditario. Amanda daba tanto miedo como Melissa.

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora