XLVII - Fuera de peligro

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Franquearon la puerta de la consulta médica tras esperar por una larga media hora. No había noticias del estado de Saeyoung en todo ese tiempo, aunque Vanderwood confiaba en los profesionales y en la voluntad del hacker.

La doctora a cargo les recibió con una sonrisa y les invitó a sentarse. La castaña tenía los labios sellados y la mirada perdida, probablemente pensando en el pelirrojo. Fue Vanderwood quien tomó la palabra y comenzó a hablar con la doctora.

—Está embarazada. —dijo, directo al grano—. Imagino que habrá que hacer un seguimiento, o algo.

—Primero que nada, les felicito. —La chica se secó unas lágrimas que resbalaban por sus mejillas. El agente secreto explicó que no era el padre—. Lamento la confusión. No se equivoca. —Miró a Melissa—. Lo primero es confirmarlo. Le haremos una analítica de sangre, si está de acuerdo.

Abandonaron la consulta tan pronto como obtuvieron la cita para que le sacaran sangre a Melissa, que había asistido a la reunión con la doctora obligada. Era evidente, su corazón y sus pensamientos estaban en otra parte. Con Seven.

No tardó en volver a la sala de espera. No podía pensar en otra cosa, tenía que quedarse allí, esperando a que algún médico de urgencias apareciera por el pasillo con buenas noticias.

Pasó mucho tiempo más. Melissa estaba cada vez más desesperada, se temía lo peor. "¿Cómo es posible que tarden tanto? ¿Qué le estarán haciendo?" le preguntaba a Vanderwood, que ya no sabía qué hacer para tranquilizarla.

Hasta que de pronto, el doctor salió. No le dijo que estaba bien, solo que la operación había sido un éxito. Habían comprobado que no quedaban restos de bala y cerrado la herida.

Necesitaba verle. Afortunadamente, pudo hacerlo. Vanderwood se quedó fuera, solo permitían una visita en la unidad de urgencias.

Atravesó el pasillo que había estado mirando durante al menos una hora. Se dejó guiar por el doctor hasta que divisó la cabecita roja de Saeyoung sobre la almohada blanca, en una cama de urgencias. Se paró junto a ella, con el corazón en el puño y, de nuevo, ganas de llorar.

El muchacho abrió los ojos dorados y la miró detenidamente.

—Hola. —Pronunció, su voz tenía más fuerza. Arrugó la nariz, molesto por la presencia de la cánula basal—. Me duele todo, Mel.

Le agarró de la mano con fuerza. Tenía ganas de abrazarle, pero tenía miedo de hacerle aún más daño.

—Dios, Seven...

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora