XXXII - Té de melocotón

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Melissa había terminado por hacer caso al agente Vanderwood, que más que un hacker, parecía una ama de casa, hecha y derecha. Además, se había tomado al pie de la letra lo de no fumar cerca de ella, cosa que agradecía.

Salió del baño con el pelo mojado y un dolor de cabeza que no la abandonaba. Por un lado, estaba más relajada. Aquel compañero de Seven parecía tener más paciencia que nadie. Por otro, se sentía fatigada; exhausta.

Entró en la cocina en busca del castaño, que no estaba donde lo fue a buscar en primer lugar, en la sala de estar.

—Un té. —Dejó la taza humeante en la encimera de mármol.

—Gracias.

La chica se sentó en un taburete y observó la taza con detenimiento.

—Huele a melocotón.

—No había manzanilla. —Se encogió de hombros—. De cualquier forma, te vendrá bien.

Fijó la mirada en la piedra reluciente e inspiró hondo.

—¿Q-Qué tan peligroso es lo que está haciendo Seven?

—Furiosa, arrepentida, preocupada... ¿Tus emociones andan bien, muchacha?

—Vanderwood, en serio. —Jugaba con sus manos, nerviosa. La intensa mirada del agente secreto era difícil de aguantar—. No me lo quito de la cabeza. Es verdad, me enfadé muchísimo. Quizá perdí los nervios... —Arqueó una ceja—. Pero no era para menos. Nunca te había visto en toda mi vida, siento un hormigueo en el estómago que no me deja tranquila y me duele la cabeza. Despertar y no verle fue... atroz.

—Luciel sabe lo que hace, no deberías preocuparte por él. Más bien, deberías centrarte en ti misma.

La escaneó con los ojos pardos y terminó por negar con la cabeza.

—Estoy bien. —Bebió de la taza. El agua estaba caliente y con un dulzor con aroma a melocotón—. ¿No crees que debería haber llamado? Ni siquiera ha dejado un mensaje de texto.

—Eso es bueno. El problema estaría en que nos contacte antes de lo previsto.

—"Lo previsto"  —Repitió ella, con retintín. —Si al menos supiera que está previsto y que no... ¡Dios, Seven! ¡Cuando regrese...!

Se terminó el té y bajó del taburete para ir a fregarla.

—Le voy a rematar esa cabeza pelirroja. —decía mientras frotaba con el estropajo en la cerámica blanca—. Así aprenderá a no dejarme fuera de esto.

—La verdad es que pagaría por verlo.

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Me encanta Vanderwood, no jokes. Sus intervenciones son muy naturales y le van al dedillo, honestamente

Vanderwood ídolo

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora