CI - Rotura de aguas

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La señora Craine abrió su maleta con urgencia. Poco tiempo había tenido desde su llegada, pero era imprescindible que le entregara a su hija algo que llevaba unos meses preparando.

—Tiene que estar por aquí... —murmuró.

Melissa asomó por la puerta poco después, con una mano encima del vientre. Su embarazo estaba demasiado avanzado —poco faltaba para que llegara la fecha pronosticada por el doctor— y le costaba enorme esfuerzo levantarse una vez que se sentaba.

—¿Qué buscas? ¿Necesitas ayuda?

—No hija, tranquila. —Se hizo con una bolsa verde, de plástico. Idéntica a las que daban en las fruterías—. Lo acabo de encontrar.

La mujer sacó de la bolsa unos preciosos jerseys bordados. Iban a juego, del mismo color. Se los entregó a la castaña, que apretaba los labios para contener las ganas de llorar. Con frecuencia le daban arrebatos de ternura, y brotaba el llanto.

Los examinó con deseo. Eran diminutos, pero suaves al tacto. Melissa sintió como la emoción se instalaba en su corazón, y brevemente imaginó a los bebés llevándolos puestos.

—Me encantan. —dijo muy alegre—. Muchas gracias mamá.

Acto seguido abrazó a su madre. La señora Craine, al igual que su hija, imaginaba a sus futuros nietos. Y así, sus ojos se llenaban de lágrimas.

Se separaron poco después, colmadas de ternura. Melissa no dudó en girarse sobre sus talones en busca de Saeyoung.

—¡Seven! ¡Mira lo que ha hecho mi madre!

Caminó con rapidez por el pasillo. Cuando estuvo a punto de alcanzar la sala de estar, sintió como un chorro de líquido escurría por sus ingles, deslizándose por sus piernas.

—¡Mamá! —chilló—. ¡Ven rápido!

La señora Craine acudió de inmediato, del mismo modo que Saeyoung y el señor Craine. Melissa le entregó temblorosa los jerseys a su madre.

—Creo que... He sentido algo raro. ¿Puedes ayudarme?

Su madre le lanzó los jerseys a su marido, y se quedó a escasos centímetros de su hija.

—Me he mojado. Entre las piernas. ¿Puedes mirar? —La mujer asintió con la cabeza—. El obstetra dice que puedo tener muchas falsas alarmas por pérdidas de orina. —decía, tratando de tranquilizarse. Porque lo cierto es que le temblaba todo, incluida la voz. —Tal vez debería ir al servicio.

—No hija. Tenemos que ir al hospital.  —Le dio la mano—. Creo que has roto aguas. Pero es normal.

—¡Aún es pronto! ¡El doctor nos dijo otra fecha!

El pulso y el nerviosismo de Melissa aumentaba. Los dos hombres de la casa estaban perplejos, sin habla. Contemplando la escena como dos muñecos inertes.

—Meli. —instó contundente—. No pasa nada. Están sanos, y todo irá bien. En el hospital se ocuparán de ello. No pienses en nada ahora mismo, ¿me oyes?

Melissa asintió.

—Saeyoung. Las llaves. —ordenó la señora Craine—. Cariño, recoge las cosas de Meli.

—¡Yo no sé donde están, mujer!

—¡Las buscas! Saeyoung nos tiene que llevar al hospital ahora mismo. ¡Apáñatelas!

La señora Craine sostuvo a Melissa, y la condujo sin más preámbulos en dirección a la puerta. Saeyoung se había hecho con las llaves, y palmeó la espalda del padre de Melissa antes de salir.

—¡Qué caracter! —gruñó el hombre.

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora