LXXX - El consejo de Sheryl

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Melissa daba vueltas por la habitación. Seven llegaba tarde, ¿donde estaba? Sin él no podía salir y empezaba a agobiarse. Necesitaba tomar el aire, nunca había echado tanto de menos su casa.

Sheryl no le quitaba ojo de encima a la castaña. Le llamaba la atención, porque cuando su chico entraba en la sala se obligaba a fruncir el ceño y a cruzar los brazos. Pero cuando no estaba, no dejaba de dar vueltas en círculos, de pensar en cuando volvería.

Así que Sheryl no podía evitar pensar que ellas dos se parecían. Tal vez por eso estaba más feliz desde que los dos llegaron a la habitación del hospital.

Eran la viva imagen de ella y su marido algunos meses atrás.

Por desgracia, pronto se irían. Melissa había pasado el peligro, retenerla en el hospital podía llegar a ser contraproducente.

Tanto le recordaba Melissa a ella misma como Saeyoung a su amado. Parecieran una copia exacta. Solamente que Saeyoung sí estaba allí.

—No puedes evitarlo y no sabes como te entiendo —dijo, con un cierto aire melancólico—, pero deberías aclarar lo que te preocupa, salta a la vista que le quieres.

Melissa no respondía, posiblemente porque no sabía muy bien que decir al respecto.

—Claro, que no conozco los detalles... Aún así me he atrevido a decirte lo que pienso. Después de todo, ¿qué otra cosa se puede arreglar entre dos personas si no es el amor?

La muchacha se sentó en su cama, cavilando en silencio hasta que por fin habló.

—Si no fuera tan complicado arreglar el amor.

Melissa frunció los labios.

—Quizá lo sea. En el amor hay de todo; errores y malentendidos. —Sheryl bajó la mirada—. Lo que debe ser realmente irreparable es una discusión que no puede retomarse, o una llamada que nunca va a llegar.

Después de todo, y como Melissa bien dijo una vez, la muerte detenía todo. Incluso el amor.

Sheryl sabía que no era quién para meterse en los asuntos de la chica. Era consciente de que tal vez su consejo podía ser desacertado, pues desconocía la magnitud del problema al que se enfrentaba la pareja. No obstante, verse reflejada en aquellos dos hacía que un sentimiento floreciera en su pecho, uno que no tenía mucha idea de dónde provenía. Lo que, en cualquier caso, permitió que tuviera la osadía de meter las narices.

—Yo no pensaba en el futuro, me centraba tanto en lo que sentía en cada instante... Me enfadaba tanto que olvidaba que la vida es pasajera. Que el futuro no está tan lejos como uno cree, y que el mundo gira constantemente —En sus ojos se empezaron a formar las lágrimas—, olvidé que en cuestión de un segundo, todo podía cambiar drásticamente. Jamás me imaginé que podría verme sin marido y mi hijo podría verse sin padre. Pero esas cosas pasan.

Melissa tragó duro. La mujer se limpió unas lágrimas, pues la emoción la había llevado al límite. La castaña contuvo la respiración.

—Lo que quiero decirte es que te despegues del presente. Puestos a olvidar, que sea del ahora tan doloroso. Piensa en el futuro, en el futuro que quieres. Sólo así sabrás si debes perdonar.

Sheryl se limpió las lágrimas que corrían por sus mejillas y respiró hondo. Recordar el fatídico día en el que su marido se estrelló con el coche no estaba siendo una experiencia agradable.

—Lo siento muchísimo.

Sheryl asistió con la cabeza.

—Te lo agradezco.

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora