XXX - Mujer fatal

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Se había quedado profundamente dormida, la cama era grande, el colchón tenía un gran espesor, era esponjoso y muy cómodo. El silencio que reinaba en el apartamento también había contribuido a ello, aunque ahora le ponía los pelos de punta.

—¿Seven?

Dejó escapar un bostezo, se incorporó de inmediato y se frotó los ojos para deshacerse de sus legañas. El pelirrojo no respondía, no escuchaba ni un solo sonido.

—¿S-Seven?

Saltó de la cama como si de repente las sábanas quemaran. Salió del dormitorio asustada, lanzada hacia la sala de estar. Encendió la luz, una nube de humo, blanca opaca, inundaba el salón. Los pulmones de Melissa se llenaron de ese veneno aéreo, tosió levemente y trató de disipar la bruma. Una figura oscura reposaba en el sofá, con un cigarrillo encendido y una expresión mordaz.

—¡Seven! —Gritó histérica—. ¡Seven, Seven!

—No chilles. —dijo, con la voz grave y rasposa—, me va a doler la cabeza.

Melissa no sabía quien era aquel tipo de aspecto tenebroso y cabellos largos, de lo que sí estaba segura era de que Saeyoung no estaba cerca, y eso la aterrorizaba.

Corrió hacia la entrada desesperada por salir del apartamento. Desafortunadamente, la puerta estaba cerrada a cal y canto, no era posible abrirla sin la llave.

Apretó el botón oculto en el collar de reastreo que Luciel le había colocado en la exposición. En menos de un segundo, el colgante se transformó en un micrófono que la contactaba directamente con el hacker pelirrojo.

—¡Dios, Seven! ¡Hay un tío en casa, no puedo salir! ¿Dónde estás? ¡Saeyoung!

Escuchó pasos acercándose. Salió corriendo por la tarima oscura, en busca de un lugar en el que esconderse.

—Melissa tienes que calmarte. Respira hondo, y no te preocupes.

Encontró la puerta del baño y decidió encerrarse en ese lugar, la única puerta que disponía de cerrojo.

—¿Dónde diablos estás? ¡Te estoy diciendo que hay un tipo malo en casa! ¡Estoy encerrada en el baño, pero cuando me encuentre...!

—Mel, cállate y escucha. Es Vanderwood, un compañero de la agencia. Está ahí para cuidar de ti, no tienes que esconderte ni huir de él.

—¿Y tú? ¿Dónde estás tú?

Melissa no podía relajarse sabiendo que Luciel la había dejado sola.

—Tengo que ocuparme de este asunto.

—¿En qué parte de tu cerebro dejarme sola con ese tío fue una opción? —Bramó, furiosa—. Otra vez. Otra vez escoges irte. ¡Tú trabajo, tus problemas y tus asuntos! ¿Dónde quedo yo?

Siempre terminaba en segundo plano.

—Elijo protegerte, Melissa. Eres lo mejor que tengo.

Salió del baño donde estaba encerrada apretando los dientes.

—No me siento segura así, no con alguien a quien no conozco, fumando en el salón. ¡Tú tendrías que estar aquí, conmigo! —Lanzó el collar por la ventana del séptimo piso de la sala de estar. —Idiota.

—Que mujer más problemática.

Vanderwood volvió a sentarse en el sofá, sin sorprenderse por la escena que acababa de presenciar.

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora