LXV - Malentendido

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La castaña le enseño el anillo a su amiga, con la barbilla alta y las uñas recién pintadas.

—Saeyoung ha atracado un banco, dime la verdad. —decía su amiga, admirando el pedrusco incrédula—. Eso, o ha ganado la lotería.

Quizá era un poco de la primera, y un poco de la segunda. Habia tenido tanta suerte de salir con vida, y la destreza para atracar a toda una organización criminal él solo. Con un poco más de esa suerte que suele tener, conseguiría el trabajo en aquella empresa, y entonces podrían tener una vida un poco más pacífica.

—Es algo un poco más normal, Emma. —respondió Melissa, restándole importancia—. Trabajo duro.

—Claro. Entonces voy a seguir intentándolo, a ver si de tanto trabajar me hago de oro.

Melissa se echó a reír y acto seguido tomó el vaso de batido de frutas que se había pedido.

—Pero eso no es todo. —Emma se revolvió en la silla, intrigada—. Tengo otra cosa que contarte, bueno son dos.

—Mujer, habla ya. Me vas a subir la tensión.

Prolongar su espera era divertido, y pensar en la reacción que iba a tener lo era más. Había estado esperando por aquello.

—Estoy embarazada de gemelos.

—¿Gemelos?

—¡O gemelas!

—Por eso estás más gorda.

—¡Si no se me nota nada todavía! Bueno un poco hinchada estoy... ¡pero no parece barriga de embarazada!

—Claro que no. ¿Tú estás loca o qué? —Se llevó las manos a la cabeza—. Te vas a poner como una vaca. ¡Enorme!

Melissa golpeó la cabeza de su amiga entre risas. Pensar en que se iba a poner enorme no era el motivo de sus carcajadas, si lo era la expresión de su querida y vieja amiga.

—Aunque es sorprendente. Pensaba que seguirías siendo virgen hasta que te casaras.

—No digas estupideces, eso era imposible.

Emma aprovechó la oportunidad de tomar un sorbo de su café y evitó contrariar a Melissa, que hablaba bastante convencida. Sabía a ciencia cierta que, cuando la castaña hablaba de esa forma, no había nada que hacer.

De pronto, las dos chicas cruzaron miradas. Melissa levantó la mano para saludar a la que alguna vez fue su compañera de trabajo, algo incómoda. Esta, en cambio, se acercó muy ilusionada de volver a verla.

—No esperaba volver a verte, ¿cómo estás? —Se acercó para darle dos besos—. Hola, encantada, —le dio dos besos a Emma—, perdón por interrumpiros así.

Pensó que después de como terminó su trayectoria en la galería, había metido la pata hasta el fondo por lo menos. Melissa si llegó a pensar que se cruzaría en algún momento con sus antiguos jefes o compañeros, no que la saludarían con tanta amabilidad.

—No te preocupes. ¿Quieres sentarte?

—¿No molesto?

—Claro que no, venga. —Melissa corrió una silla. —Siéntate.

La camarera llegó instantáneamente al ver que en la mesa se había incorporado un nuevo cliente. Le tomó nota y desapareció tan rápido como había llegado.

—A ver si me llamas más, Mel. Pensé que estabas enfadada conmigo.

—¿Yo? ¿Por qué?

Debería ser al revés después de todo lo que había sucedido con la empresa.

—Porque ni siquiera me dijiste que pensabas dejar el trabajo. La carta de dimisión llegó, y no volviste a escribirme —Pausó. Le agradeció a la camarera por traer su comanda y prosiguió—, creí que algo te habría disgustado, y que por eso abandonaste.

—¿Qué estás diciendo?

A Melissa le había llegado una carta de despido al correo electrónico. Lo comprobó bien, era la dirección de la galería, y estaba firmada por la directora de centro.

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Probablemente, si me da tiempo, publique otra vez esta noche y así compenso el tiempo que llevo sin aparecerme por esta obra

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Probablemente, si me da tiempo, publique otra vez esta noche y así compenso el tiempo que llevo sin aparecerme por esta obra.

Que tal mis amores, ¿cómo lo estáis llevando?

¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora