IX - No es tan extraño...

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No importaba cuantas vueltas diera sobre las sábanas, o que cerrara los ojos con fuerza deseando, en silencio, caer dormida. Lo hacía inútilmente, puesto que la intranquilidad que tenía alojada en el corazón no le permitía descansar. Era injusto, terriblemente injusto. Aunque yacía en el suelo, él dormitaba plácidamente. Sin remordimientos, sin pesar.

Tenía que estar enfadada; furiosa. El hacker había vuelto a las andadas, ignorándola categóricamente. Ya ni siquiera se molestaba en decirle un «déjame en paz». De hecho, no decía nada, como si se hubiera propuesto un voto de silencio. Tenía que enfadarse con él, darle su merecido. De ser así, ¿por qué no podía dormir? ¿Por qué se estaba levantando de la cama, con la almohada bajo el brazo y arrastrando la manta con ella? Porque Seven debía estar congelado. Se había quedado dormido en el suelo, cerca de su ordenador. Se acercaba sigilosa porque ella misma sentía su pecho álgido, falto del humor del pelirrojo, de su calor. Intentó hacer el menor ruido posible y colocó la almohada en el suelo. Se tumbó a su lado, no sin antes asegurarse de haberle arropado a la perfección.

—Ya no cogerás frío. Buenas noches. —Susurró.

Y lo hizo aún a sabiendas de que Saeyoung estaba profundamente dormido. Resultaba irónico, pero junto a él era capaz de conciliar el sueño casi de manera inmediata.

Cuando abrió los ojos fue por culpa de la luz que se colaba por las rendijas de la persiana. La manta con la que se había arropado había desaparecido. En su lugar, la pierna de Seven la rodeaba, al igual que hacían sus brazos.

No sentía frío, sino calor. El pecho le ardía. El pecho izquierdo. El seno izquierdo. La mano del muchacho estrujó y apretó con confianza. Melissa ahogó un grito. A pesar de ello, despertó al pelirrojo milagrosamente. Los ojos de ambos chocaron como relámpagos, dorados y pardos. Los orbes aúreos del chico se desplazaron de sus senos a sus ojos en un vaivén de incredulidad.

—¿No es tan extraño, no? ¡Somos una pareja feliz! ¡Eres mi 606! Aún no nos hemos casado en el espacio, ¡pero vamos a hacerlo! Es natural que te toque...

Hablaba a toda pastilla. Sus ojos evitaban los de Melissa. No obstante, su mano no se despegaba de su pecho izquierdo.

—¡Dios, Seven!

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora