¡Dios, Seven! - Mystic Messenger

II - Flan

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Las bolsas pesaban una tonelada, o esa era la impresión que le daba a la castaña. Tal vez se debía al calor, al calor y a que llevaba una en cada mano. Había llamado cientos de veces al pelirrojo, que por primera vez parecía haberse alejado de la tecnología. Eso, o que la estaba ignorando a propósito.

¡Ese maldito hacker! Se zampó todas las bolsas de Honey Buddha Chips, y después arrasó con los flanes de la nevera. Con esa carita de ángel, ganó la pequeña batalla, pero no la guerra. La muchacha planeaba esconder las patatas fritas donde Seven jamás buscaría; en el cajón de su lencería. Sólo así podría asegurarse de que el pelirrojo no abusaba de ellas, un día de estos terminaría por darle algún cólico.

Subío las escaleras tanteando las baldosas bajo los pies. Tenía unas cuantas opciones rondándole la cabeza, y cualquiera de ellas pasaba por darle su merecido a ese agente bobalicón. Dejó las bolsas en el suelo y sacó la llave de su bolsillo para introducirla en la cerradura. Volvió a tomar las bolsas del suelo y cerró la puerta con el pie cuando entró. Se abrió paso por el recibidor, exhausta, hasta llegar a la cocina. Ahogó un grito cuando cruzó el marco de la puerta.

—Tenía hambre y no había flan. He intentado hacerlo yo, pero no es tan sencillo como hacer un robot. —Declaró como justificación para todo el estropicio que había montado—. ¿Has comprado flan?

Sus cabellos rojos se habían teñido de blanco, blanco levadura. La cocina estaba toda revuelta, e incluso había algún recipiente roto, la cerámica quebrada esparcida y el caramelo secándose al aire. La esquina de su teléfono era visible, el resto estaba sumergido en una pasta con mal aspecto. Algo le decía que esa era la razón por la cuál no respondía.

—Dime, ¿traes flan?

—¡Dios, Seven!

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