XXVIII - Es complicado

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Por más que se esforzara, Melissa no reconocía el camino. ¿A dónde estaban yendo? A casa seguro que no, y eso significaba que Luciel había vuelto a mentir.

De pronto paró. Estacionó en un aparcamiento desconocido, sin dar explicaciones de nada. Se bajó del coche y lo rodeó para abrirle la puerta a la chica, que con el ceño fruncido rechazo la mano que le ofrecía.

—Puedo hacerlo sola.

Aún estaba algo mareada y confusa, pero más que nada enfadada y asustada.

—¿Se puede saber donde estamos?

—Es un lugar seguro, créeme.

Comenzó a caminar hacia el enorme edificio situado justo detrás de la zona de estacionamiento.

—Dijiste que iríamos a casa.

—Lo haremos... cuando solucione todo esto.

—¿Qué es lo que hay que solucionar?

—Entremos y te lo diré.

La castaña apretó los labios y se tragó unas palabras que hizo bien en no decir. En el fondo, sentía que estaba siendo un poco injusta con el pelirrojo.

Entraron en el edificio inmenso. La decoración era sobria, minimalista. El portero de la recepción parecía reconocer a Luciel, que avanzó como pedro por su casa.

—Por aquí. —dijo él, guiándola hacia el ascensor—. Es el séptimo piso.

Una vez en el elevador, Saeyoung no podía dejar pasar la expresión de Melissa, sus ojos asustados y el pequeño nerviosismo en sus manos.

—Todo va a estar bien.

Se inclinó sobre su rostro, a lo que ella ladeó la cara. Seven tensó la mandíbula y se separó de ella. El tintineo del ascensor les informó que habían llegado al piso.

Él pensaba en cómo podía arreglarlo todo, ella que había demasiadas cosas acerca de Luciel que desconocía totalmente. Eso nunca había sido un problema, salvo ahora.

El pelirrojo colocó la tarjeta magnética sobre el sensor de la puerta y está se abrió. Entró primero para revisar el apartamento.

—Puedes pasar.

Caminó insegura. Las luces estaban encendidas, era un bonito apartamento, amplio y amueblado.

—La exposición, mi trabajo. ¿Qué va a pasar con todo eso? Nuestro futuro.

—Mel, tienes que confiar en mí y estar tranquila. Cuando lo arregle, todo volverá a la normalidad.

—¿Qué tienes que arreglar?

—Es complicado.

—¡Dios, Seven! ¡Por eso estabas tan tenso en casa, en el trayecto y en el mismo evento! ¡Me pusiste este maldito collar a conciencia! —Se arrancó el colgante. —Me dices que es complicado, Seven. Complicado es creer en ti sin saber absolutamente nada de lo que está ocurriendo.

Le entregó el collar y corrió por todo el lugar en busca del servicio. Su estómago seguía revuelto, y aquel torbellino de emociones la tenía descompuesta.

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora