XX - Egoista

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Entrelazaron los dedos de las manos. Melissa respiraba hondo para tratar de calmarse y Seven no dejaba de susurrarle cosas bonitas al oído mientras se aseguraba de que estuviera bien lubricada. Tenía que ser la mejor primera vez del mundo porque era ella, su 606.

—Voy a intentar meterlo. Si te duele, tienes que decírmelo.

El pelirrojo empujó con cuidado, la castaña estaba resbaladiza, pero no por eso menos estrecha. Poco a poco profundizó en su interior, Melissa no emitía ni un solo sonido. Sin querer le apretaba las manos, Saeyoung empezó a creer que lo hacía cuando sentía dolor.

—Tienes que avisarme, Mel.

—No duele tanto, de verdad. —Insistió—. Quiero, Seven. No pienses que esto es por ti, porque estoy siendo egoísta.

El hacker le acarició las manos con los pulgares y esbozó una sonrisa.

—Aguanta con ese egoísmo un poco más.

Faltaba poco, las uñas de Melissa se clavaban en sus manos, pero conseguía avanzar.

—¿Bien? ¿Sigo?

—Luciel, estoy bien.

Juntaron sus frentes y sus ojos chocaron, formando una batalla de miradas furtivas. Saeyoung aprovechó ese momento e hizo un último esfuerzo para entrar de una vez. Le arrancó un buen gemido, de esos que colocaban más que una raya de cocaína. Tenía tantas ganas de ella, de estar atados tan profundamente hasta que llegaran a sentir que no se separarían jamás.

—E-Eso dolió...

—Lo siento, lo siento... —La llenó de besitos cortos, en los labios, en las mejillas y en el cuello—. Pero ya está Mel. ¿Puedo moverme un poco?

—S-Sí...

Comenzó a embestirla a ritmo constante, el pelirrojo jadeaba y siseaba de placer. La castaña se resentía cada vez menos, y comenzaba a entender por qué era tan agradable tenerle dentro de ella. Se estremecía. Estaba apretada, muy estrecha y tan caliente que Saeyoung sentía que tocaba los cielos con cada movimiento. En cuanto a Melissa, le costaba respirar, la intensidad de sus venidas era embriagadora. Se agarraba a su espalda, le clavaba las uñas como una fiera mientras le pedía más.

—Me encantas, Melissa.

—Dios... Seven.

Y eso era todo lo que podía decir desde que esa sensación tan agradable la inundaba de calor, de unas ráfagas ardientes que la dejaban temblando, indefensa.

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¡Dios, Seven! - Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora