Capítulo 17

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—Ten, las llaves —me entregó un par de llaves con una sonrisa coqueta—cualquier cosa que necesites puedes llamarme

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—Ten, las llaves —me entregó un par de llaves con una sonrisa coqueta—cualquier cosa que necesites puedes llamarme.

Sé que esa había sido una invitación muy directa. La analicé: de cabello negro extremadamente lacio y largo, ojos tan verdes como el jade, unas buenas curvas, unos labios que prometían una grata experiencia. Si ella lo estaba proponiendo ¿por qué desperdiciar la oportunidad? Miré mi reloj, tenía tiempo.

—Ahora tengo diez minutos exactamente.

—Más que suficiente —sonrió ansiosa.

Entramos en totalidad a lo que era mi nuevo apartamento, no podía seguir en la pocilga que me había conseguido Susan. No me detuve a examinarlo, ella se abalanzó a mi besándome, deseosa de probarme, la guié hasta dejarla empotrada contra el filo de la mesa. Eufórica me quitó la chaqueta y me sacó mi camisa, sus ojos brillaron al ver lo que seguramente tanto quería, mordió su labio en medio de una sonrisa y pasó su mano por mi pecho.

Volvió a besarme sin dejar de tocarme, yo no me quedé atrás, metí mi mano a la falda de su vestido y estrujé su trasero provocando un jadeo de su parte. La tomé haciendo que se girara quedando de espaldas hacia mi, ella solita recostó su pecho a la mesa y elevó su culo hacia arriba.

En movimientos rápidos saqué un preservativo de mi billetera, porque si, desde que soy libre no me faltan. Desabotoné mi pantalón, bajé la cremallera y saqué a mi urgido amigo colocando el preservativo en él. Subí la falda de la chica que ni siquiera me dijo su nombre, bajé sus bragas y ella abrió sus piernas dándome paso.

El inicio no fue tan placentero como esperé, bastante fastidioso para ser honesto, pues no estaba lubricando lo suficiente, pero luego de un rato mejoró. La embestí con rapidez y no fui para nada gentil, nunca lo soy, no es mi estilo. Con una mano tomé su larga cabellera como si fuera una coleta y lo jalé. Ella no se quejaba de mi manera de follarla, al contrario, parecía encantada, sus gemidos me lo decían todo, su garganta parecía desgarrarse y sus manos tensas agarradas de la mesa.

No le di largas al asunto, me concentré en acabar y disfrutar del placentero orgasmo que se avecinaba. Cuando llegó, sentí la maravilla de mi cuerpo tensarse y relajarse después, disminuyendo el ritmo conforme el orgasmo se disipaba.

Salí de ella, con mi respiración agitada caminé hacia el baño, ahí me quité el preservativo desechándolo, me limpié bien y volví a poner mis pantalones. Miré el espacio por un segundo, me gusta, esto si es un baño decente y espacioso.

Volví a donde la chica que me miraba no muy contenta pero tampoco del todo molesta, si, ya sé que ella no acabó. Tomé mi camisa poniéndola nuevamente junto a mi chaqueta.

—¿Eso es todo? —preguntó sin creerlo.

—Si lo siento, tengo cosas que hacer.

—¿Me llamarás?

Corrupción Letal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora