Me miré al espejo una vez más, jamás creí que la ficción un día sería mi realidad. Cuando miraba películas donde las chicas súper sexys se vestían todo de negro para las misiones especiales que debían llevar a cabo, jamás pensé que algo cercano a eso me sucedería a mi.
Pero cómo todo lo que sucede en mi vida últimamente, jamás imaginé que me sucederían a mi.
Unos jeans y una camisa negra, combinándolo a juego con un abrigo y mis botas de combate. Jamás me cansaré de repetir que amo cómo me veo, creo que nunca en mi vida me había sentido tan bien conmigo misma, nunca me había sentido tan cómoda con mi propia piel.
Y ese por lejos es el sentimiento más liberador del mundo.
Tomé un viejo bolso de lona el cual nunca ocupé realmente, pues el diseño es horrible y salí de mi habitación, muy a mi buena suerte no me encontré con nadie en mi camino. Una vez afuera de casa me monté con Jace en su moto.
—Mierda, tenemos que comprar algunas cosas —mencioné al recordar.
—¿Qué cosas?
—Pasa montañas ¿Qué si alguien nos ve? Y unos guantes para ti, cualquiera reconoce tus tatuajes.
—Si, tienes razón.
Él arrancó la moto y pasamos por el centro, por una tienda de disfraces dónde conseguimos lo necesario.
Nuestro ahora complice, Charlie, investigó las direcciones de esas dos ratas. La primera parada fue la casa de Maya, eran aproximadamente las cuatro de la tarde. Dejamos la moto estacionada un poco lejos de la entrada de la casa, nos colocamos los pasamontañas, Jace sus guantes, pusimos los teléfonos en silencio y fuimos a ello.
Miré la casa antes de entrar, viendo si habían cámaras y donde estaban, cuando las localicé, se las señalé a Jace, él de su chaqueta sacó una pistola enroscando en ella una extensión alargada en la punta.
No pude evitar asombrarme al verla, no pensé que estuviera armado. No dije nada tampoco, simplemente lo ignoré. Él apuntó y disparó dándole a la primera cámara, con esta destruida avanzamos y luego disparó a la segunda.
Rodeamos la casa con cautela, entramos por las puertas de atrás con mucho sigilo, escondiéndonos, procurando no hacer el más mínimo ruido, poniendo atención a cualquier voz que escucháramos.
Subimos las escaleras y con rapidez abrí la primera puerta que vi, pero no era más que un cuarto de invitados, pasamos a la siguiente y era un estúpido armario. Miré la última puerta del pasillo, esa tiene que ser.
Caminé hacia ella de puntillas siendo seguida por Jace, abrí la puerta unos milímetros, me asomé, esta es y no hay nadie. Entramos pasando el seguro.
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Corrupción Letal
Novela JuvenilSofía Walsh, la niña prodigio de un futuro brillante y prometedor vivía su vida encerrada en una burbuja de falsa felicidad. Creía tener la vida perfecta, una familia perfecta, un novio perfecto y el plan de vida perfecto. Hasta que la pandilla más...