Capitulo 41

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Abrí mis ojos poco a poco y con dificultad, desorientada volteé a ver a mi alrededor ¿Qué pasó? inspeccioné el lugar, las paredes blancas, las máquinas que sujetaban cables que llegaban a mis brazos y otras partes de mi cuerpo, mis manos tenían co...

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Abrí mis ojos poco a poco y con dificultad, desorientada volteé a ver a mi alrededor ¿Qué pasó? inspeccioné el lugar, las paredes blancas, las máquinas que sujetaban cables que llegaban a mis brazos y otras partes de mi cuerpo, mis manos tenían conectada la aguja por la cual entraba el líquido intravenoso, mi bata blanca, estoy en el hospital, pero... ¿Cómo? ¿Porque?. Me quité el aparato de oxígeno de mi nariz e intenté moverme, pero un dolor punsante en mi abdomen me lo impidió.

La puerta se abrió dejándome ver a Jace, la impresión cruzó por su rostro, se acercó a mi con prisa, solo me miró, sus ojos brillaban en preocupación, inspeccionándome, creo que quiere decir algo pero no puede. 

—¿Qué pasó? —le pregunté.

—Te dispararon ¿no recuerdas?

Los recuerdos me golpearon en cuanto Jace mencionó la palabra "disparo", lo recuerdo, estaba afuera del club hablando con Jace, ya me iba cuando un sonido estruendoso llegó a nuestros oídos y solo vi a Jace jalarme hacia él con rapidez... luego sentí un dolor en mi abdomen que desapareció realmente rápido, miré la sangre, recuerdo a Jace diciéndome que me mantuviera despierta, pero al parecer no pude, porque no recuerdo más.

—Ya recordé... ¿Los escorpiones?

—asintió— Los malditos escorpiones.

Suspiré recostando mi cabeza a la cama nuevamente, digiriendo la información y los recuerdos. Me han disparado, pude haber muerto, si Jace no hubiese estado ahí, probablemente la historia sería diferente.

—Tenias razón...

Él elevó sus cejas con sorpresa, eso no es algo que yo suelo aceptar muy seguido.

—¿Ah si?

Una débil sonrisa me salió, ya no sé si es debilidad mental o física, quizás ambas.

—Estoy en constante peligro —acepté.

Él asintió con obviedad.

—Lo estás, por eso no debías salir, no sola, no ir al club.

—Lo sé...

—¿Cómo estás?

¿Cómo estoy? Herida, adolorida, asustada, cansada, estoy de la mierda. Solo quiero quedarme en esta cama por siempre y no saber más de nada.

Pero no me haré la mártir, no cuando esto es culpa mía.

—Bien... estoy bien.

—Avisaré que despertaste, dormiste mucho eh.

Inspeccioné las cuatro paredes en busca de un reloj, pero no había nada. Las habitaciones de los hospitales son horriblemente tristes.

—¿Qué hora es?

—Las cuatro de la mañana.

Mis cejas se elevaron en sorpresa, recuerdo que eran al rededor de las siete de la tarde cuando estaba con Jace, no era muy noche, pero ya estaba oscuro y eso nos impidió ver con claridad el ataque.

Corrupción Letal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora