Capítulo 64

288 27 15
                                    

La luz del sol ya se escurría en la habitación a través de las cortinas que cubrían lo más que se podía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La luz del sol ya se escurría en la habitación a través de las cortinas que cubrían lo más que se podía. Vi el sol ocultarse y salir desde esta misma posición en la que estoy. Mi mente perdida en miles de pensamientos que no tenían orden, eran todos tan bulliciosos y caóticos que me fue imposible pegar ojo en toda la noche.

Sentía mi cuerpo tan agotado y mi cabeza dolía con intensidad ante la falta de descanso, ante estar como una locomotora pensando y pensando toda la noche. Las mismas preguntas rondaban en el aire alrededor mío ¿Qué haré? ¿Cómo puedo vengar a mis padres? ¿Cómo puedo hacer pagar sus muertes? ¿Cuál es el plan? ¿Tendré éxito o fallaré? ¿Qué haré luego de cumplir esa misión? ¿Qué haré después de todo esto? No tuve respuestas a ni una de ellas por más que lo intenté.

Escuché su garganta soltar un jedeo ronco y perezoso. Sus brazos se aferraron a mi cuerpo pegándome más al suyo, acto seguido sus labios dejaron pequeños besos en mi cuello y mi hombro. Yo solté un respiro aliviado ¿Por qué me alivia tal acto? No lo sé, supongo que puede ser porque me distrae por un momento y me hace centrarme únicamente en lo que mi piel siente a su cercanía, porque me hace recordar que estoy ahí, viva.

—¿Despierta?

Me giré para verlo y le dediqué una suave sonrisa, genuina.

—¿Lograste descansar? —al ver que no hubo respuesta de mi parte soltó un suspiro y me miró con preocupación— ¿Qué pasa?

—Nada, solo... me resulta bastante difícil descansar cuando mi mente no para de pensar.

Jace se apoyó sobre su codo para verme mejor y acarició mi rostro con su mano libre.

—Esto pasará pronto, ya lo verás. Y yo estaré junto a ti en todo el proceso ¿ok?

Asentí y como una bebé me pegué a su pecho pegando mi rostro contra su piel, reconfortando mi alma con su calor, con sentirlo ahí junto a mi. Todo lo que quiero es sentirlo, todo el maldito tiempo necesito sentirlo a él, sentir su cuerpo, su piel, escuchar su corazón. Soy como uno de esos perritos que recogen de la calle y está tan feliz que no puede despegarse de su nuevo dueño.

Lo miré encontrándome con una sonrisa divertida y tierna en sus labios.

—Gracias.

—hundió sus cejas un poco— ¿Por qué?

—Por estar conmigo, por no dejarme sola, por tenerme tanta paciencia, por permitirme estar acá en tu apartamento...

—No tienes que agradecer nada de esas cosas —tomó mi mano y la presionó contra sus labios, besándola— Yo siempre estaré ahí. Tú eres todo lo que yo tengo en esta vida, eres lo único bueno que yo tengo, lo único por lo que merece la pena arriesgarse. Te me metiste tan profundo acá —colocó mi mano en su pecho— que de ahí ya nadie te saca, niñita.

Suprimí una sonrisa de tonta enamorada, pero podía sentir mis mejillas encendidas y muy seguramente coloradas.

—¿Tanto así?

Corrupción Letal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora