Capítulo 26

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Hoy es un día importante, hoy haré venganza contra las dos personas que destruyeron mi integridad como si nada y también hoy, compraremos nuestro primer lote

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Hoy es un día importante, hoy haré venganza contra las dos personas que destruyeron mi integridad como si nada y también hoy, compraremos nuestro primer lote. Todo tiene que marchar bien. Estaba lista para ir al instituto, pero antes me senté en mi escritorio, saqué mi libreta de mi escondite, taché el deseo número cinco y el número siete, el cual llevaría a cabo hoy, leí el siguiente, deseo número ocho, esto me hizo sentir un dolor en el estómago.

Tenía que perder mi virginidad, con Jace, joder.

Cerré la libreta escondiéndola nuevamente y tomé mi mochila para salir de mi habitación. Al bajar para desayunar, cuando llegué a la mesa me percaté que solo estaba mi madre.

—Buenos días —la saludé— ¿Dónde está papá?

—Tuvo una emergencia, algo de los escorpiones —dijo con cansancio.

—Oh... ¿es grave?

—No lo sé, pero por su rostro creería que si.

Esto de los escorpiones no se está solucionando realmente, siempre pasa algo, me inquieta a la vez, porque no han atacado, no han hecho ningun movimiento contra mi, que es a quien quieren, eso me inquieta aún más. Luisa llegó con mi desayuno y me regaló una sonrisa.

Dejé caer la miel de maple sobre mis wafles, un poco de chocolate y aparte estaba mi tan amado tocino. Di mi primer bocado que me sabía a gloria.

—Sofía ¿Qué haces comiendo eso? —me reprochó ella.

—Pues... desayuno —dije obvia.

—¿Te has visto cómo estás? ¿Cuántas libras has subido?

Y así de fácil mi mañana se ha arruinado. Nada peor que una madre tan perfeccionista como la mía desaprobando mi aspecto físico. Si la Sofía de antes hubiese escuchado sus palabras habría colapsado en una crisis emocional, que bueno que ya no está.

—rodé mis ojos— No empieces.

—Eres un desastre, te estás descuidando totalmente, no puedes decuidar tu alimentación, tu condición física.

—No descuido mi condición física, practico boxeo —le sonreí.

—pellizcó el puente de su nariz— Que horror... no puedo más contigo.

Ella se levantó de la mesa y se fue. No entiendo su necesidad de reprochar cada cosa que hago ¿Por qué le parece tan horrible que haga boxeo? No lo entiendo, enserio que no.

—Que pensativa —escuché su voz.

—lo miré— Mi madre siendo mi madre... ¿Quieres comer conmigo? —le ofrecí.

Él asintió tomando asiento a la par mía, por supuesto que no me negaría la comida, eso jamás. Tomó unas tostadas untándolas del pote de nutella que tenía ahí. No sé porqué me hacia tanta gracia verlo comer.

Corrupción Letal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora