Capítulo 65

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Sentir a Sofía así, en todo su esplendor ha sido el placer más alucinante que yo jamás haya sentido en mi vida

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Sentir a Sofía así, en todo su esplendor ha sido el placer más alucinante que yo jamás haya sentido en mi vida. Ni todo el sexo que tuve antes, ni mi primera vez cuando de adolescente descubrí la maravilla de estar dentro de una mujer y el orgasmo que aquella sensación brindaba, ni siquiera la maldita droga que me hacía sentir ligero y fuera de este mundo, nada de eso se compara al divino éxtasis que es Sofía.

Dios mío, a veces pienso que toda ella es un jodido sueño.

La primera vez que la probé supe que mi fin había llegado. La primera vez que la sentí supe que ya no podría alejarme de ella, que aunque hubieran más mujeres en el mundo ninguna se le compararía y yo no tenía ganas de siquiera intentar probar lo contrario. Pero estar con ella de esta manera, sintiendo su interior sin ningun latex de por medio... joder. Siento que podría morir aquí mismo y eso no me molestaría en absoluto.

La veo ahí sobre mi, perdida en placer, con sus hermosos ojos mirándome, brillando en lujuria. Mordiéndose sus labios ya rojos e hinchados. Sus mejillas coloradas. Su cabello revuelto y con algunos mechones pegados a su rostro debido al sudor. En su rostro una expresión sufrida y delirante, como si fuera casi insoportable sentir tanto placer.

Esos preciosos senos suyos rebotaban en su lugar, hinchados, rellenos y con sus pezones erectos. Su cintura tornada que hacían un perfecto contraste con sus caderas solo me ponía peor. Su exquisita figura es algo a lo que me cuesta mucho trabajo resistirme, especialmente cuando está sobre mi montándome. Luce como una auténtica diosa.

Ella a penas y había comenzado a moverse sobre mi, haciéndome sentir el calor y suavidad de su interior, cuando yo tuve que pensar en cosas para nada excitantes para no acabar enseguida y así he estado todo este tiempo. Pero ya no soporto más, me está matando. Verla ahí tan perfecta y escuchar esos dulces gemidos suyos me está matando.

Me incorporé pegando su pecho al mío, sus senos se resbalaban en mi piel rozándome con sus pezones. Enterré mis manos a su espalda y ella enrolló sus brazos por mi cuello, aferrándose más a mi, no había un solo centímetro de distancia entre nuestros cuerpos. Nuestras respiraciones agitadas se mezclaban al igual que nuestros jadeos. Manteniamos el contacto visual, ella me miraba como si me estuviera diciendo con sus ojos que ya no soporta más y yo la miraba diciéndole lo exquisita que es.

Aumentó un poco más el ritmo de sus caderas y me besó con prisa, enloquecida. Sus jadeos salían desesperados. Estaba a punto de acabar y yo también. Ya no puedo resistir un segundo más, no cuando estoy sintiendo absolutamente todo. Es como si todos los nervios de mi cuerpo estuvieran a flor de piel y con su simple roce siento que es suficiente para hacerme acabar. Pero no es solo su roce el que siento, también su calor, su manos en mi cabello, su lengua contra la mia, la estrechez de su interior. La siento toda y es alucinante, es algo que ni siquiera soy capaz de describir.

Encajé mis dedos a la piel de su espalda con más fuerza cuando lo sentí venir. Mi corazón estuvo a punto de detenerse ante la fuerza con la que mis jugos se derramaron en su interior y el simple pensamiento de que ella tenía mi eyaculación desparramada en su interior me causó una especie de satisfacción retorcida. Como si de alguna manera eso pudiera hacerla aún más mía.

Corrupción Letal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora