9
Haciendo gala de su pulcritud, Angus ordenó metódicamente todas sus pertenencias en el camarote. Se las ingenió para hacer entrar todo en el pequeño armario, sin abandonar la costumbre de organizar su ropa según distintas categorías. Satisfecho con su trabajo, decidió subir a cubierta para reconocer el terreno. Allí estaba lleno de marineros ocupados en sus tareas. Iban y venían cargando herramientas y otros insumos. Para comunicarse se daban gritos, no muy amables a la vista de Angus, y además se movían tanto que lo marearon. Todo eso le causó desagrado, así que no tardó en bajar a su cuarto. Quizás sería mejor encerrarse allí y avanzar con el trabajo pendiente que se había llevado de la universidad.
Estaba justo por abrir la puerta, cuando escuchó una risa estridente, que venía del camarote de al lado. Ese era el de Ágatha, y le pareció raro escucharla riéndose sola, ya que a Amanda la había visto irse al comedor. Aunque, sinceramente, viniendo de Ágatha ya nada le sorprendía.
Se acercó a la puerta y apoyó la oreja. Había dos risas allí, y conocía muy bien a ambas. Luego de permitirse una sonrisa, golpeó la puerta. Del otro lado hicieron silencio, y unos pasos en punta de pie se aproximaron.
— ¿Quién es? —preguntó Ágatha, tratando de poner voz seria. Esto hizo soltar una risa reprimida a la otra persona que estaba en la habitación.
—Angus.
La mujer abrió la puerta y no pudo contener una carcajada al ver la cara impasible del hombre. Lo agarró del brazo y lo metió adentro de un tirón, cerrando la puerta.
—Hola papá —dijo la otra persona que estaba en la habitación, que en efecto era James.
—Hola —dijo Angus, extrañado al ver a su hijo allí—. ¿Qué están haciendo?
El joven estaba sentado en la litera de abajo, con los pies descalzos. En su regazo tenía un cuaderno, el cual tapó con las manos.
—Nada, riéndonos un poco. Estaba aburrido en mi camarote, hasta que Ágatha vino a buscarme para pasar el rato.
—¿De qué se reían? —preguntó con curiosidad, aunque medio a secas.
Ágatha y James intercambiaron miradas cómplices, hasta que el chico le tendió el cuaderno. Angus lo tomó y empezó a hojearlo. Además de algunas hojas escritas, había varios dibujos de caricaturas. Al ver a un hombre calvo, dibujado con trazo tosco y con los ojos saltones y enojados, se permitió una risotada. Sin duda se trataba del capitán Arkan.
—Está muy parecido ¿Lo hiciste tú, Jimmy?
—Sí, pero sigue mirando, que hay más.
En la página siguiente, había una mujer con los brazos extendidos y cara muy sonriente, rodeada de toda clase de animales. A Angus no le causó gracia, pero le pareció un lindo dibujo. Se notaba a las claras que la persona retratada era Amanda.
—Deberían mostrárselo, seguro que le va a gustar —comentó Angus sin dejar de contemplar el dibujo.
—Ese lo hizo Ágatha. Quisimos hacerlo más cómico, pero no se nos ocurrió cómo —añadió James.
—Ya sé cómo lo puedo mejorar —dijo de repente la mujer con una sonrisa malévola. Le quitó el cuaderno a Angus y se puso a dibujar sobre la mesa. Estaba de espaldas a los otros dos, así que ellos no podían ver qué estaba agregando en el dibujo.
Al minuto se volvió hacia Angus y le tendió el cuaderno. Este contempló el dibujo nuevamente, hasta que descubrió la añadidura. Ágatha había dibujado un hombre asomándose de entre la maraña de animales, con las manos entrelazadas y cara embobada. Estaba mirando a Amanda, y pequeños corazones flotaban sobre él. Lo gracioso es que ese hombre era idéntico a Jeff. Angus dejó que la risa le brotara sin reprimirla, y James se rió tanto que terminó con hipo.
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La Isla de los Cristales
AdventureA finales del siglo XIX, un grupo de académicos es sorprendido por una misión atípica: tendrán que dejar sus cómodos trabajos en la universidad para explorar una isla lejana y desconocida. Sin embargo, desde el principio tienen sospechas de que no t...