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—Vengan, quiero mostrarles algo —dijo James, conduciendo a sus amigas escaleras abajo. Habían pasado un rato tomando aire afuera, pero el joven decidió que era la hora revelarles algo muy importante para él.

Llegaron a su camarote, y él abrió la puerta. Entraron y se sentaron en la cama, mientras el chico buscaba algo en el armario.

— ¿Te falta mucho? Me estás matando con la intriga —dijo Grethel, recostándose en la cama. Margaret tomó un libro que había en la mesa de noche, y empezó a hojearlo.

—Ya voy, es que no lo encuentro... aquí está —dijo James. Se acercó a la cama, cargando algunas cosas, y se sentó junto a Margaret.

—Es cierto que te gusta mucho leer —comentó la chica mientras observaba la tapa del libro.

—Ah, sí. Es una buena forma de viajar sin moverme de casa. Y, en este viaje, me sirve para calmar la ansiedad por llegar —afirmó el joven con una sonrisa.

Al ver que James estaba por mostrarles lo que tanto había buscado, Grethel se sentó de golpe y casi se tira sobre Margaret para ver.

—No soy un almohadón, Grethel —se quejó, apartándola con calma hacia el otro lado—. Ten más cuidado.

Grethel la miró con el ceño fruncido, pero se levantó, y se sentó junto a James, dejándolo en el medio de ambas. Este empezó a pasarles las cosas que tenía en el regazo.

—Qué objeto tan curioso —dijo Margaret, contemplando el cofre de madera.

—Ese cofre me lo dio mi tía Jenny, de parte de mi tío Wilson. Lo malo es que no me dio ninguna llave, así que jamás lo he podido abrir —comentó el chico.

—Qué lástima —dijo Grethel, pasando la mano sobre el relieve de la tapa—. ¿Nunca pensaste en abrirlo haciéndole palanca?

— ¡Ni modo! —exclamó James, horrorizado—. Arruinaría la madera, y quizás lo que hay adentro.

— ¿Y qué tiene adentro? —repuso la rubia.

—Ojalá lo supiera. Mi tía me dijo que es muy importante el contenido, y que yo lograría encontrar la llave en algún momento.

—Interesante... si tu tía te dijo eso, la llave no debe estar en un lugar muy difícil de encontrar. ¿Has probado buscarla? —preguntó Margaret, mirando a James.

—No sé dónde podría hacerlo, porque no tengo ni una pista.

—Entonces, ¿qué esperamos? ¡Hay que buscarla! —exclamó Grethel, haciendo un ademán exagerado.

—Sí, deberíamos hacerlo, Jim. Al menos para divertirnos con algo —concordó Margaret.

El chico lo pensó un rato, y luego sonrió.

—Está bien, hagámoslo. ¿Por dónde empezamos?

—Supongo que primero por tus cosas. Quizá tu tía sabía que la llave estaría entre el equipaje —propuso Margaret.

James asintió, pero se quedó pensando unos momentos. Luego abrió los ojos como si hubiese descubierto algo revelador.

— ¡Mi maleta! Ella me la prestó para este viaje. Seguro que debe estar ahí —pronunció exaltado.

Poniéndose de pie de un salto, James corrió hacia donde estaba la maleta, junto al armario. La cargó y la llevó junto a las chicas, y se arrodilló en el suelo para comenzar a inspeccionarla. Como estaba casi vacía no tuvo que revolver mucho, así que la búsqueda fue rápida.

—No hay nada —se lamentó James, cabizbajo.

—Quizá tiene un doble fondo, o algún bolsillo oculto —opinó Grethel mientras se arrodillaba al frente. Bajo la desconfiada mirada del chico, comenzó a tantear y golpear todos los rincones de la maleta. Al no encontrar nada, cambió la postura y se sentó en el suelo—. ¿No tendrás una navaja?

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora