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A medida que pasaban los días, James se sentía mucho más calmado, lo cual era proporcional a la mejora del carácter de Grethel. Como estaba siendo menos hosca, el chico decidió "recompensarla", invitándola a ir un rato a su camarote. Se había llevado algunos juegos de mesa, así que propuso que pasaran el tiempo con eso. La chica optó por jugar a los naipes, ya que era lo único que conocía. Mientras James repartía la baraja, Grethel empezó a hacerle preguntas.

— ¿Y qué cuentas sobre tu vida? —inquirió como si el muchacho fuera un viejo amigo. Este se sorprendió porque nadie le hacía ese tipo de preguntas, y menos personas como Grethel.

—No mucho, mi vida es aburrida —dijo luego de pensar un poco—. No tengo muchos amigos, y me gusta leer y dibujar.

— ¿Te gusta estudiar? —siguió Grethel con el interrogatorio.

—Solo las cosas que me interesan, pero no me gusta la escuela. Me va bien solo porque mi padre me presiona, y porque es la única forma de entrar en la universidad.

El chico terminó de repartir y empezaron a jugar, aunque no le prestaban tanta atención a la partida.

— ¿Y tú qué haces? ¿Trabajas, o algo? —preguntó James.

—Trabajaba en la Universidad de Cleverville, limpiando las aulas. Lo hacía para ayudar a mi madre, pero renuncié. Me cansé de servir a los demás —contestó Grethel con una mueca de desagrado.

— ¿Pero no era que tu madre necesitaba tu ayuda?

—Sí, entre las dos cuidábamos a mis hermanos. Somos cinco en total, y yo soy la mayor. Como mi padre hizo bastante dinero en uno de sus últimos viajes, fue a llevarle una buena cantidad a mi madre. Así que ya no había ninguna razón para que yo siguiera trabajando, al menos por un tiempo. Y eso me dio la posibilidad de escaparme sin que eso perjudicara a mi familia. No soy tan malvada y rebelde como pensabas —finalizó con una sonrisa burlona.

—Yo nunca pensé eso —se defendió James—. Me parece bien que no hayas abandonado a tu familia sin más —. Grethel se encogió de hombros, restándole importancia, e hizo su jugada con los naipes.

James se quedó en silencio, reflexionando en lo que le había contado Grethel. Empezaba a compadecerse por ella, pero a la vez pensaba en cómo sería posible que alguien se escapara de su familia para meterse en un barco con desconocidos. Claro, estaba Arkan, su padre, pero por lo visto no tenían mucha afinidad.

Siguieron jugando unos minutos sin hablar, solo emitiendo algunas exclamaciones de victoria o de derrota.

— ¿Por qué se te dio por escaparte y venir aquí? —soltó James de repente.

—Ya te lo dije. Me cansé de vivir para otros. Necesito dirigir mi vida sin que nadie me diga qué hacer.

—Sí, sí, lo sé. Pero ¿por qué elegiste escaparte en barco hacia una isla desconocida? No vamos a un lugar donde puedas empezar de nuevo. Y al cabo de un tiempo volveremos a Cleverville.

—Creo que el plan se veía más lógico cuando lo imaginé —admitió la chica, aunque sin verlo tan grave—. Debería haberlo pensado mejor. Pero ya estoy aquí, así que improvisaré sobre la marcha.

—Y sí, tendrás que hacer eso. Por lo pronto intenta disfrutarlo lo mejor posible. Creo que, aunque haya sido una decisión precipitada, este viaje va a hacerte bien. A todos —. James esbozó una sonrisa sincera, y Grethel lo imitó. Había logrado romper un poco más su cáscara de rudeza.

Media hora después decidieron terminar de jugar. Grethel se alistó para volver a su camarote, y James la acompañó. Luego de ver que nadie estuviera en el pasillo, salieron y corrieron hasta el cuarto de la chica. Justo estaban abriendo la puerta, cuando pasó lo impensable. Un hombre se acercaba caminando a paso duro. Cuando James se volteó a ver, se llevó el susto de su vida: Arkan avanzaba por el pasillo, seguramente yendo hacia el comedor. Al ver a la chica, su expresión cambió a una de desconcierto, pero luego a una de ira.

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora