En los días sucesivos no pasaron muchas cosas destacables. Lo más relevante fue cuando el barco paró dos días en el puerto de Salvador, en Brasil. Debido a que era una zona muy populosa y grande, a los pasajeros no se les permitió salir mucho, así que apenas pudieron recorrer el puerto durante un par de horas.
Sin embargo, ya surcando el Atlántico rumbo al sur, todos se vieron en una situación complicada.
Era de madrugada cuando Amanda se despertó sobresaltada por un fuerte mareo. Cuando le ocurrió otro, más fuerte, se dio cuenta de que el barco se estaba moviendo más de lo normal. La mujer comenzó a preocuparse cuando le costó ponerse de pie.
Vencida por la curiosidad y el temor, se vistió rápido y salió a los tumbos. Al subir por la escotilla se encontró con un panorama turbulento. Los marineros corrían por todos lados, siguiendo las órdenes de un nervioso Arkan y esquivando las olas que lograban arrastrarse encima de la cubierta. El cielo estaba tapado de nubes, que se movían muy rápido por el viento. Parecía que todas estaban siendo arrastradas en torno a un epicentro, así que Amanda supuso que se estaba formando un tornado. Esa idea no le gustó mucho, ya que un tornado en alta mar era tan violento como uno en tierra firme, y un simple barco no resistiría mucho tiempo. Al acercarse a la barandilla tuvo que hacerse atrás de un salto, porque una masa de agua se estampó sobre el piso. Sus zapatos y los bordes de su vestido se mojaron, así que decidió no acercarse más. Las olas sacudían al barco, que cada vez se inclinaba más hacia los costados.
Advertida por los marineros y por la furiosa mirada del capitán, bajó de nuevo y se dirigió al comedor, para ver si los demás ya se habían enterado del grave problema que estaban atravesando. Entró y se sentó en el medio de una de las mesas. La sala estaba totalmente vacía, y el cocinero aún no había llegado, posiblemente porque estaba ayudando a los demás marineros afuera. Se sintió culpable por no estar haciendo nada para ayudar, así que se levantó y fue a despertar a Angus y Jeff.
Llegó a la puerta del camarote de los dos hombres y tocó con insistencia. Unos quejidos sonaron del interior, y unos pasos lentos se arrastraron hasta la puerta.
—¿Sí? —dijo Jeff con voz cansada, mientras asomaba la cabeza por la rendija. Al ver a Amanda le cambió la cara. Se puso colorado y esbozó una tímida sonrisa—. Hola Amy.
—Hola Jeff, ¿cómo estás? Lamento haberte despertado —se disculpó la mujer con tono dulce.
—No te preocupes. ¿Qué te trae por aquí?
—¿No están enterados de lo que ocurre afuera? Venía a avisarles que estamos atravesando una terrible tormenta, y quizá se esté formando un tornado.
Jeff la miró preocupado. Le dijo que lo esperara y se metió adentro. A los cinco minutos salió y cerró la puerta con suavidad. Amanda vio que tenía el pelo revuelto, así que se estiró y se lo peinó con la mano.
—Gracias, creo que es imposible verme al espejo en la oscuridad —dijo con una sonrisa—. Así que hay una tormenta. Vamos a ver.
—Sí, pero ten mucho cuidado. ¡Las olas hasta saltan por la borda!
Apenas asomaron la cabeza hacia la cubierta, un viento helado les congeló las pestañas. Una salpicadura de agua les cayó encima, y dedujeron que había comenzado a llover. Jeff le hizo una seña a Amanda para que se quedara ahí, y él subió. Perdió varias veces el equilibrio por el pronunciado vaivén del barco, pero se sostuvo con lo que encontraba a su paso. Se topó con Edgard, que estaba fuertemente aferrado a las sogas del mástil.
—¡Dime en qué puedo ayudar! —gritó Jeff, haciéndose oír en medio del ruido del viento.
—Esta maldita tormenta... ¡nos encontró desprevenidos! —respondió Edgard, dando un bandazo cuando el barco se inclinó—. Estamos enrollando las velas, ayúdanos con eso —. Edgard miró hacia arriba, donde un par de marineros luchaban para desatar y enrollar una vela, y exclamó—: Jones, Fourier, resistan que ya vienen a ayudarlos.
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La Isla de los Cristales
AdventureA finales del siglo XIX, un grupo de académicos es sorprendido por una misión atípica: tendrán que dejar sus cómodos trabajos en la universidad para explorar una isla lejana y desconocida. Sin embargo, desde el principio tienen sospechas de que no t...