16

5 1 0
                                    

El silencio que se instauró, como una densa nube que atoraba las palabras, fue interrumpido por un leve quejido. Y luego otro, más intenso. La muchacha, antes dormida, ahora estaba volviendo en sí. Una vez que abrió los ojos, los volvió a cerrar de golpe, sujetándose la cabeza con las manos y comprimiendo el rostro en una mueca de dolor. James y Grethel se levantaron y se acercaron a su lado, preocupados.

—¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? —exclamó la chica, respirando agitadamente. Se la notaba asustada y desorientada.

—Tranquila, estás a salvo —la animó el chico, sin saber qué más hacer. Grethel estiró un brazo para tocar el hombro de la joven, pero se detuvo. Cambió de idea y le sirvió un vaso de agua.

—Toma, bebe un poco. Parece que te duele mucho la cabeza.

La chica le recibió el vaso, pero volcó un poco de agua sobre la cama porque no controlaba bien sus movimientos. Se tomó todo el contenido casi de un trago, y lo dejó sobre la mesa de noche. James buscó una toalla y la puso donde había caído el agua. Cerraron la pequeña ventana que había, por si la luz le hacía mal, y volvieron a servirle agua. Ella tomó el vaso, pero bebió hasta la mitad. Por fin pudo tranquilizarse, y les prestó atención a los dos jóvenes. James observó sus ojos, ahora completamente abiertos, y se quedó maravillado con la intensidad de su color cobrizo, muy parecido al de su cabello. Se dio cuenta de lo que hacía, y bajó la mirada para no incomodarla.

—Gracias por el agua —susurró la chica, que seguía estando un poco asustada.

—De nada, ¿estás mejor? —repuso Grethel.

—Sí, pero ¿dónde estoy? ¿Qué pasó con mi barco?

James y Grethel se miraron el uno al otro, sin saber cómo contarle lo sucedido. Al parecer la chica no recordaba nada.

—Estás en un barco inglés —comenzó el chico, juntando valor—. Te encontramos anoche en un naufragio y te rescatamos.

La chica desconocida se quedó en blanco, mirando la pared.

— ¿Un naufragio? —repuso sin poderlo creer.

Grethel le respondió asintiendo de forma apenada. Siguió con la mirada fija un momento, hasta que se atrevió a mirar de nuevo los otros dos.

—Recuerdo algo... una fuerte tormenta. Sí, quebró todos los mástiles y comenzó a entrar agua —detalló mientras se esforzaba por hacer memoria. Luego de pensar un rato más, su rostro se contrajo con tristeza—. Oh no, ¡Pobre miss Leigh!

Se cubrió el rostro con las manos y se quedó así un buen rato. Grethel le acercó un pañuelo, mientras James le puso una mano en el hombro. Momentos después volvió a calmarse.

—¿Hay más sobrevivientes? —preguntó con la voz más firme.

—Lo siento, pero solo te encontramos a ti —le respondió el chico, bajando la cabeza.

—Seguro han escapado muchos, porque los botes no estaban. Ten esperanza —la consoló Grethel. Eso logró calmar aún más a la chica, que cerró los ojos y suspiró. Momentos después pudo normalizar su respiración.

—Soy James —dijo el chico de repente, con algo de timidez. La muchacha abrió los ojos y lo miró, extrañada por la súbita presentación. Pero el gesto le hizo sentir más confianza, así que le sonrió con dulzura.

—Y yo Margaret.

—Grethel —dijo la otra chica.

—Encantada —respondió Margaret, regalándole otra sonrisa.

— ¿Tienes hambre? —preguntó el chico—. Si quieres puedo traerte algo.

—Gracias, pero esperaré un poco. Necesito que me cuenten algunas cosas, como qué barco es este.

—El barco es una goleta. Se llama "La Bella" —explicó James. Margaret asintió, pero no quedó conforme con la respuesta.

—No me refería solo al nombre, sino más detalles. A quién pertenece y a dónde van —recalcó con una ceja levantada.

—Es un barco de pasajeros, contratado por la Universidad de Cleverville —aclaró el chico, un poco avergonzado por la escueta respuesta anterior—. Viajamos para hacer una expedición a una isla desconocida. Hace unos días pasamos por Cabo Verde, y falta poco para cruzar el paralelo Ecuador.

—Muy interesante. ¿A qué se dedican ustedes?

—Yo estoy por entrar en la Universidad el año próximo. Ahora solo acompaño a mi padre, que es geólogo —afirmó James.

—Y yo... bueno, mi historia es complicada. En resumen, no estoy aquí de forma "legal" —dijo Grethel con un poco de vergüenza. Margaret no le insistió, aunque tampoco tuvo tiempo de hacerlo porque la puerta se abrió de repente.

Amanda entró como una tromba, disculpándose por la demora. Al ver que Ágatha no estaba en la habitación, sino James y Grethel, se detuvo y los miró tratando de encontrar una explicación. Pero se olvidó del tema al ver que la joven estaba despierta y recuperada. Abrió la boca para exclamar un grito de sorpresa, pero solo salió un extraño gemido afónico. James y Grethel se hicieron a un lado para dejarla pasar junto a Margaret.

— ¡Qué bien que ya despertaste! Te ves excelente —expresó la mujer, observando el rostro de la chica—. Tienes unos ojos preciosos.

—Solo puedo volver a abrirlos gracias a ustedes —respondió Margaret con gratitud.

Se presentaron mutuamente, y la chica le contó algunos detalles de sí misma que los otros dos jóvenes aún no sabían. Tenía 18 años, su apellido era Smith y también era inglesa, originaria de una ciudad llamada Greentown. James pensó que ya era hora de buscar al médico, así que se retiró furtivamente mientras las tres se quedaban charlando.

El doctor Phillips examinó a Margaret por completo, así que James y Grethel tuvieron que irse afuera. Amanda se quedó para acompañar a la joven y ayudar al médico. Quince minutos después el hombre salió del camarote e hizo señas a los chicos para que se acercaran.

—He visto que su compañía le ha hecho bien —dijo el médico—. Me gustaría pedirles un favor.

—Por supuesto —convino James.

—Sería muy bueno para esa joven que ustedes pasaran tiempo con ella. He visto que se siente más relajada con su compañía. Además ha pasado por un gran trauma y va a necesitar alguien en quien apoyarse.

—Claro —dijo Grethel—. Cuente con nosotros.

El médico les agradeció su colaboración y se alejó por el pasillo. Los dos jóvenes entraron al cuarto, encontrándose de nuevo con Margaret, quien sonreía por el simple hecho de volverlos a ver. James se ofreció a traerle el almuerzo, porque era casi mediodía. Amanda le agradeció su disposición, y le dio algunas recomendaciones. Aunque Margaret estaba bastante delgada y desnutrida por los fatales días que pasó, debía empezar comiendo algo liviano para que su estómago lo digiriera sin problemas. Luego de esto durmió otro buen rato, mientras sus dos nuevos amigos almorzaban en el comedor. Estos le prometieron volver con ella en cuanto se despertara.

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora