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Los que se habían quedado en La Bella estaban muy atentos a lo que sucedía en el otro barco. Jeff no se despegaba de su catalejo, mientras que Amanda no se despegaba de Jeff. Ágatha prefirió quedarse sola, contemplando la escena a la espera de novedades. Walter Fry se había resignado a trabajar junto a Arkan aunque todavía sentía recelos por él, así que ambos se paseaban por toda la cubierta dando órdenes y sugerencias.

De pronto, Jeff vio un movimiento en el agua que casi lo hace caerse de espaldas.

— ¿Un bote? —murmuró, extrañado—. ¿Por qué mandaron otro bote?

—Son James y las dos chicas —señaló Amanda, aguzando la vista y apuntando con el dedo.

Ágatha también apareció, junto a Walter que casi se resbala de la rapidez con la que llegó corriendo.

— ¡Eh! ¡Regresen aquí! —gritó con toda la potencia de su voz—. ¡Nadie los autorizó a irse!

— ¡Vuelve Jimmy, es peligroso! ¡Den la vuelta! —exclamó Jeff, la desesperación en persona.

— ¡Por favor, chicos, no vayan! ¡Regresen urgente! ¡Los necesitamos aquí! —ahora fue Ágatha la que intentó convencerlos.

Pero fue inútil. Ellos parecían estar ignorando adrede sus llamados, ya que ni siquiera se daban la vuelta. Jeff salió disparado hacia el bote que quedaba en cubierta, dispuesto a bajarlo él solo de ser necesario. Walter Fry fue detrás de él, para detenerlo.

—No servirá de nada, ni lo intentes. Ellos ya van por mitad de camino, no llegaremos a tiempo.

—Pero no pueden ir, ¡quién sabe lo que Clément es capaz de hacerles!

—Tranquilo. Es inútil que arriesguemos a más personas. Si ellos se fueron por algo es.

Jeff estaba sudando como un torrente, y le faltaba el aire por los nervios. Se había propuesto cuidar de todos y que nadie se perdiera, pero había comenzado mal. Tendría que haberse dado cuenta de que los jóvenes tramaban algo, como siempre. Sin embargo, las palabras de Walter lo hicieron frenar. Si James, Margaret y Grethel habían cometido una imprudencia, ellos no podían darse el lujo de cometer otra. Sólo había que dejar que las cosas siguieran su curso.

Por otro lado, Ágatha lloraba desconsolada e impotente. Amanda intentó calmarla con un abrazo, pero no funcionó. Luego de apartarse, la otra mujer se sacó los anteojos y se los colgó de la camisa, tras lo cual se enjugó las lágrimas con la manga.

—Le prometí que cuidaría de James, y ahora se me escapa de las manos —dijo entre sollozos e hipos—. ¿Qué pensará de mí cuando lo vea allí? ¿Cómo se sentirá al ver que su hijo corre tanto peligro como él? ¡Ahora los perderé a los dos!

Su cuerpo se veía frágil y tembloroso bajo la intensa ola de emociones, detonadas por el escape de James. Ágatha había logrado mantenerse sosegada cuando Angus partió, pero en su interior sentía algo que la aplastaba y amenazaba con cortarle la respiración.

—Todo saldrá bien, debes tener esperanza. Aún no es momento de ponerse a llorar, tenemos que ser fuertes para ser útiles —la intentó consolar la pelirroja, acariciándole la espalda.

— ¡Tú no entiendes! —fue la cortante réplica de Ágatha, quien siguió llorando.

—Claro que sí. ¿No recuerdas cuando Jeff se fue la primera vez? Fue horrible. Estuvo a punto de morir, pero se salvó por estar acompañado. Angus y James también están acompañados, si mal no lo recuerdo de personas valientes e inteligentes. Eso es un gran punto a favor, ¿no crees?

La mujer no respondió, pero logró calmarse un poco.

—Vamos a tomar una taza de té. No es la solución, pero ayudará —dijo Amanda, entrelazando su brazo con el de Ágatha y llevándola hacia el comedor.

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora