22

5 1 0
                                    

El barco atravesó el Cabo de Hornos mientras se estrenaba un nuevo año. Casi nadie se había percatado de ello, ya que apenas le prestaban atención al calendario. Mientras durara el viaje, el tiempo se mantendría igual, como detenido.

Angus seguía pensando en cómo enterarse de todo lo que Edgard ocultaba, pero casi nunca lo hablaba con sus compañeros. Así que, movido por una necesidad de compartirlo y de pedir consejo, los llamó para conversar del tema. Se reunieron en el camarote que compartía con Jeff, pues no era prudente que alguien los escuchara.

Ágatha, la única que debía trasladarse para la reunión, entró al cuarto y se sentó en la litera de abajo. Jeff estaba sentado en el otro extremo, y Angus se acercó una silla, quedando frente a los dos.

—Bueno, di lo que tengas que decir —dijo Ágatha, rompiendo el silencio en vista de que Angus no comenzaba.

—Estuve pensando mucho en las averiguaciones que hicimos antes de viajar. No está bien que haya quedado en nada —expresó el hombre intercalando la mirada entre ambos.

—No hay mucho más por averiguar. Ya confirmamos lo de Wilson, así que lo único que resta es enterarnos de lo que supuestamente no se iba a revelar hasta el final del viaje —opinó Jeff.

—Seguro, pero me parece importante saberlo lo antes posible. Me parece que los demás deberían estar al corriente de todo esto —siguió Angus.

— ¿Los demás? —inquirió Ágatha, frunciendo el ceño.

—El resto de la UI. Amanda, Thomas, Jules, etcétera —explicó contando con los dedos.

—Amanda ya lo sabe todo —afirmó Jeff.

—Bien, pero igual hay que incluirla en el plan. Mientras más seamos los "curiosos", más presión tendrá Edgard para contarnos.

—No es mala idea —aprobó Ágatha—. Sólo que yo esperaría al menos una semana más. Se lo ve muy ocupado y nervioso a Edgard últimamente.

—Es verdad, no sería prudente —concordó Jeff.

Angus lo pensó por un momento, mientras jugueteaba con un botón de su traje.

—Bueno, así lo haré. Espero que una semana baste para que esté más tranquilo. Mientras tanto, voy a ir hablando individualmente con los demás.

Luego de ponerse de acuerdo en ese punto básico, convinieron en que, una vez que todos estén enterados de la cuestión, interrogarían a Edgard en conjunto. Sólo esperaban que nadie se enojara y que todos cooperaran para seguir con la misión, fuera cual fuera.

Al atardecer, James estaba solo en su camarote. Grethel no había salido de su cuarto en todo el día, así que no la había visto. Cuando le preguntó a través de la puerta qué era lo que le pasaba, ella sólo contestó "cosas de mujeres", con una voz que parecía de ultratumba. Suponiendo cuál era la cuestión, el chico no había insistido ni preguntado nada más. Margaret se había quedado más tiempo con ella, no porque tuviera ganas sino porque le daba lástima. Aunque era mucho peor soportar a una Grethel "en sus días" que cuando estaba normal, le pesaba la conciencia si no la acompañaba al menos un rato. Aunque apenas había pasado unos pocos minutos con James, a este le complacía poder estar un día en solitario.

Sentado en la cama, ya no sabía en qué gastar el tiempo. Aunque faltaba poco para la cena, no soportaba el aburrimiento. Había hecho varias cosas: dibujar, comenzar a releer un libro por tercera vez, mirar por la ventana, conversar con Ágatha... pero se le habían agotado las opciones. Soltando un suspiro, se puso de pie y recorrió el camarote buscando qué hacer. Abrió el armario y revolvió sus cosas, tarea vana porque ya se conocía todo de memoria. De repente reparó en el cofre, y se le ocurrió que podría limpiarlo.

Sacándolo del lugar, lo llevó sobre la mesa, y buscó un trapo para limpiarle la suciedad. Esta era otra tarea inútil, ya que el objeto estaba bastante limpio. Iba a abandonar la tarea, cuando vio que había algo de mugre entre las muescas del relieve de la tapa. Como el trapo no llegaba a esos rincones, sacó su navaja y, con cuidado, fue sacando la suciedad. Por último le pasó el trapo para lustrarlo. Lo hizo con mucha fuerza, tanta que el relieve del timón se hundió. Con el temor de haber roto algo, James quitó las manos de encima. Al hacer esto, se oyó un ruido, como un clic procedente del cofre. Retiró el trapo con lentitud, y notó que la parte del timón se había alzado sobre el resto, como si fuese una pieza aparte. El joven se extrañó mucho, ya que eso no parecía estar roto. Con delicadeza, tomó esa parte y la extrajo. Al verla bien, notó que hacía la función de tapa, la cual se había salido mediante un mecanismo retráctil. Con ansiedad, miró lo que había en el compartimiento oculto, debajo de donde había estado el timón. Allí yacía un objeto cilíndrico, y de unos tres centímetros de alto. Al sacarlo con ayuda de la navaja, descubrió que era una brújula.

— ¡Una brújula! —exclamó James para sí—. Tiene grabadas las iniciales W. T., sin duda de Wilson Tretford. No será la llave del cofre, pero igual es interesante.

Luego de analizarla con todo detalle, la dejó sobre el escritorio y volvió a su lugar la tapa del timón. Moría por compartir el hallazgo con sus amigas, pero decidió esperar a que Grethel estuviera mejor, quizá al día siguiente. 

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora