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La intención que tenía Angus de obtener más información tuvo que retrasarse unos días más. Primero debían trazar un plan viable para entrevistar a Edgard, y luego llevarlo a la práctica sin correr riesgos. Aunque parecía un hombre amigable, debían tantear terreno para asegurarse de no romper esa relación. Además, esos días estaban atravesando una zona con la marea difícil y había mucho trabajo que hacer a bordo, así que Edgard no tenía mucho tiempo disponible.

Por otro lado, faltaba poco más de un tercio del tramo para llegar, y James no paraba de pensar en las cosas que podrían encontrarse en isla. Aunque también era un tema de interés para Margaret y Grethel, estas ya se habían cansado de escucharlo divagar con su imaginación.

—Me pregunto si habrá nativos... ¿Qué vestimenta usarán? ¿Usarán vestimenta? —dijo James con la mirada perdida en el mar, apoyado en la baranda de estribor.

—Me conformo con que lleven un taparrabos —comentó Margaret medio en broma, disimulando su fastidio.

—James, cállate por el amor de Dios. Hace días que nos torturas con lo mismo —soltó Grethel, perdiendo la paciencia.

— ¿Lo dices en serio? —dijo James, con genuina sorpresa. Él no creía que fuese para tanto.

Grethel revoleó los ojos, molesta.

— ¿Y cómo no quieres que hable en serio? ¡Ya estoy harta de escucharte parlotear sobre esa bendita isla!

—Ey, no tienes derecho a tratarme así. ¡No te hice nada!

Protestando por lo bajo, Grethel se excusó de que se iba al comedor, y desapareció pisando fuerte. Había días que era intratable.

Luego de un rato de silencio, en el que se desvanecieron los humos, Margaret rompió el hielo.

—Tiene un carácter difícil, ¿no? —comentó en tono circunstancial. Miró a James de reojo y vio que estaba serio—. ¿Estás bien?

—Sí. Pensé que Grethel ya habría mejorado un poco su temperamento. Pero a veces lo dudo —respondió el chico sin levantar la cabeza.

—Es verdad. Pero recuerda que toma tiempo cambiar el carácter. Ella creció en circunstancias difíciles, así que en parte la entiendo.

James se volteó y la miró fijamente.

—Tú podrías ser una chica egoísta y caprichosa debido a tu crianza, pero eres amigable. No se justifica —dijo el muchacho.

—Tienes razón, pero cada uno decide qué quiere ser. Ella sufrió desde pequeña, y no tuvo a nadie que la guiara. Lo mío es distinto, porque prácticamente me criaron los sirvientes de casa, que son personas amables y humildes. Gracias a eso no soy la típica chica mimada —explicó sonriendo en la última frase.

James asintió en silencio y le devolvió la sonrisa.

— ¿Y cómo te sientes estando lejos de tu casa?

Margaret se sorprendió por la pregunta, ya que hasta ahora no habían hablado de eso.

—No sé si debería estar saltando de alegría y entusiasmada porque por fin estoy lejos de ese ambiente, o si tendría más bien que estar arrepentida y deseando volver. Pero no siento nada.

— ¿No sientes nada? ¿Nada de nada? —preguntó James, volviendo a mirarla. La miró a los ojos por un instante, y quedó cautivado por la forma en que el sol del atardecer se reflejaba en ellos. Esos ojos reflejaban más sentimientos de los que ella negaba.

—Estoy confundida. Mis padres nunca me dieron mucho afecto y viví rodeada de cosas frívolas, así que el tema de los sentimientos es terreno inexplorado para mí.

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora