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Agitados por la noticia, James y Grethel recorrieron toda la cubierta, intentando ver alguna señal del naufragio. Lo mismo hicieron los pocos pasajeros que en ese momento se paseaban por allí. Como era imposible ver nada por el oleaje y la distancia que aún los separaba del siniestro, James fue a su camarote a buscar un catalejo.

Al regresar corriendo con el objeto, el joven se apostó en el castillo de proa y observó el horizonte desde todos los ángulos posibles. Por fin logró distinguir a lo lejos los primeros rastros del naufragio, que no eran más que restos de tablas, velas y otros objetos. Sacando cálculos según la cantidad de cosas que seguían flotando, supuso que podrían haber pasado un día o dos desde el hundimiento. A medida que el barco se acercaba al lugar podían divisarse más velas rotas, barriles e incluso partes del mobiliario de los camarotes. Grethel le pidió prestado el catalejo para ver, dando exclamaciones de asombro cada vez que distinguía más cosas.

Muchas preguntas se asomaron en la mente del chico. ¿Quiénes viajaban en el barco? ¿Por qué había naufragado? ¿Habría supervivientes? Durante la hora siguiente, James tuvo tiempo de sobra para hacer hipótesis, unas más fantásticas otras.

Ya estaba casi anocheciendo cuando pasaron a pocos metros del naufragio. Si bien la proximidad permitía verlo en su totalidad, la falta de luz lo dificultaba. Podían distinguirse mejor algunos objetos, pero la mayoría eran masas que se confundían con el oleaje. James estaba desesperado buscando algún sobreviviente, pero a medida que el barco pasaba al lado del naufragio iba perdiendo las esperanzas. En un momento le pareció distinguir algo aferrado a un pedazo de madera. Una gran desilusión tuvo al notar que era un cadáver, pálido e hinchado por el agua. Ese hallazgo, si bien le decepcionó, también lo hizo estremecer. Jamás había visto un muerto en esas condiciones, y tal morbosidad le hizo revolver el estómago.

Se alejó un momento de su puesto de observación para descansar la vista. El velero no había parado para buscar sobrevivientes, ya que el capitán indicó que sería inútil, por el tiempo que tenía el incidente. Sin embargo, aunque todavía impresionado por la visión del cadáver, James decidió echarle un último vistazo al naufragio. Ya estaban alejándose del lugar, así que el chico fue a castillo de popa. Quizá desde otro ángulo vería mejor.

Pudo distinguir lo que parecía un par de cajas, y más tablas ajadas. Vio otro cadáver en la lejanía, semihundido en el agua, pero por suerte estaba boca abajo. Ya se estaba aburriendo e iba a retirarse, cuando un reflejo de la luna le permitió descubrir algo que le hizo volver a exaltarse. Lo que en un principio le pareció el resto de una vela revuelta sobre un barril, ahora se veía como una persona. Y esa persona se movía suavemente al son de su respiración. James tuvo que verlo durante un buen rato hasta que se convenció. El sujeto estaba con vida y necesitaba ayuda. Desesperado, buscó con la mirada al capitán para avisarle. Lo encontró inspeccionando los aparejos a pocos metros, así que se le acercó.

— ¡Capitán! —exclamó el chico, mientras bajaba de un salto del castillo de popa. Siguió llamándolo hasta que el hombre se volteó, mirándolo con el ceño fruncido.

— ¿Qué quieres? —preguntó con brusquedad. Aún seguía molesto por el asunto de Grethel, y no miraba a James con buenos ojos por haber sido su cómplice.

—No quiero interrumpirle, pero creo que hay una persona viva en el naufragio —explicó tratando de contener su ansiedad—. No podemos dejarla ahí.

Arkan ablandó un poco el rostro y levantó una ceja.

—Debes haberlo imaginado. Acabo de revisar la zona y no he visto nada.

—Yo sí. No me lo creí cuando lo vi, pero al cabo de un rato comprobé que era cierto, estaba vivo. ¡Hay que bajar un bote e ir a buscarlo! —James respiraba agitado, preocupado de que Arkan no le hiciera caso.

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora