25

5 1 0
                                    

Los últimos días, Angus había estado muy pensativo y aislado de los demás. Pese a la conversación que había tenido con Jeff y Ágatha, no podía dejar de darle vueltas al interrogatorio fallido con Edgard. Mientras más pensaba, más se convencía de que debía hacer las cosas por su cuenta. No es que creyera que los demás fueran un estorbo, sino que no quería meterlos en algo que podría terminar mal o hacerlos quedar en ridículo.

Así que esa misma tarde, luego de merendar en el comedor, Angus se decidió por fin a interrogar a Edgard Stevenson, costara lo que costara. Ágatha, quien estaba a su lado, notó la determinación en sus ojos. Antes de que el hombre se pusiera de pie para irse, ella lo detuvo.

—Espera, tengo que hablar contigo —le dijo sujetándolo del brazo.

Angus la miró un poco molesto por la intromisión, pero suspiró y se volvió a sentar.

— ¿Qué sucede?

—Sé que estás tramando algo. Hace rato que te veo muy taciturno y solitario por los rincones. ¿Qué es lo que planeas?

Mirando para todos lados sutilmente y en voz baja, Angus decidió contarle.

—Bien, pero no se lo digas a nadie, ni intentes detenerme.

Ágatha asintió, teniendo un presentimiento de lo que él iba a decirle.

—Estoy por ir a hablar con Edgard y zanjar la cuestión de una vez por todas. Iré solo, quizá así esté más dispuesto a responderme.

—Debería regañarte por siquiera pensar en eso luego de lo que hablamos, pero no te diré nada —dijo Ágatha con una sonrisa cómplice—. Confieso que pensé lo mismo, pero no me atrevo a hacerlo. Apresúrate a ir, antes de que sea tarde. Te cubriré si hace falta.

Devolviéndole la sonrisa, Angus partió con rapidez. Con Ágatha de su lado, la cosa le parecía menos difícil. Caminó a paso firme y ligero hasta llegar a la cubierta. Buscó a Edgard con la mirada por todo el lugar, pero le costó encontrarlo. Estaba sobre el puesto de vigilancia, mirando con su catalejo. Sin dudarlo, Angus corrió hasta el mástil y empezó a trepar por la red. Cuando llegó arriba, el hombre seguía escudriñando el horizonte. Si bien no se volteó a verlo, Angus supo que lo había escuchado. Aguardó con paciencia detrás de él, hasta que bajó el catalejo y lo miró.

—No pensé que te atreverías a subir aquí arriba —dijo Edgard, algo extrañado.

—Tenemos que hablar —dijo Angus con voz seria.

Edgard se pasó una mano por la cara con pesar. Ya se imaginaba lo que Angus quería.

—Ah no, otra vez lo mismo no. Te dije que me dejaras en paz, ¿por qué insistes tanto?

—Porque tengo razones. Sé que nos ocultan algo, Edgard. La última vez no me diste oportunidad de mostrarte mis pruebas.

—Ajá —afirmó sin interés.

—Ágatha escuchó una conversación entre el Sr. Dagger y alguien que supongo que eras tú, luego de la última reunión. Él decía que nadie debía enterarse de nada hasta antes de llegar.

Edgard cambió su cara rotundamente. Angus se dio cuenta de que había dado en el clavo.

—Por eso quiero saber, ¿qué cosa es tan grave para que la tengan que ocultar?

—Está bien, tú ganas. Tengo autorización para contarlo apenas lleguemos, así que como estamos a punto de hacerlo, da igual.

—Te escucho —afirmó Angus tratando de disimular su expresión de triunfo.

—Toda esta expedición es, como habías acertado la primera vez que me hablaste, para rescatar a Wilson Tretford. Hace casi un año viajamos a la isla para poner en marcha un plan contra una persona que quiere explotar de forma incorrecta un recurso natural que solo se encuentra allí. Pero Wilson fue apresado y el plan se frustró, así que hicimos lo que él ordenó para un caso como este.

—Bien, hasta ahora lo capto. Pero no entiendo por qué tuvieron que ocultarnos esa información.

—Principalmente, porque nadie hubiera querido unirse a la expedición de saber el verdadero objetivo. Los profesionales como ustedes no están interesados en labores de rescate, pero les encantaría ser los primeros en explorar una isla desconocida. Solo tuvimos que decir algunas mentiritas para captar su atención y poder traerlos. Por eso no quise hablar cuando vinieron todos juntos, temí que se negaran a seguir con el plan.

—Tienes razón, al menos yo no hubiera accedido a venir por ese motivo... quizá sí por Wilson, pero no para involucrarme en algo que no me incumbe. Y otra cosa, ¿Por qué nos envían a nosotros? No estamos capacitados para este tipo de cosas. ¿No hubiera sido mejor enviar al ejército, o algo así?

— Lo único que puedo decirte es que este viaje no puede ser de conocimiento público. Si la corona o los políticos supieran, estaríamos en graves aprietos. Más adelante sabrás el por qué.

Angus se quedó sorprendido por ese dato. ¿Tan secreto era el viaje, que las autoridades no podían saber nada de él? Con razón habían mandado a un puñado de inofensivos científicos y profesionales, no llamarían mucho la atención ya que es común ver expediciones de ese tipo.

—Espero que te conformes con lo que acabo de decir. El resto lo descubrirás a medida que avancemos, ¿de acuerdo?

—Sí, me es suficiente, gracias. Pero pienso que los demás deberían saberlo también.

—Cuéntaselo solo a quienes les tengas confianza y que sepas que no armarán un escándalo.

Angus asintió, pero se quedó callado. Edgard dio por terminada la conversación, y se puso a mirar de nuevo por su catalejo. Se quedó un buen rato contemplando el horizonte, silbando una canción desconocida. Momentos después, dio un respingo y dejó de silbar. Bajó el catalejo y se volteó a ver a Angus. Tenía una sonrisa muy grande en el rostro, y se lo notaba muy exaltado.

— ¿Qué sucede —quiso saber Angus al ver la expresión de Edgard.

—Mira —. Edgard le tendió el catalejo y lo dirigió hacia donde quería que mirara.

Con desconcierto, Angus le obedeció. Tardó un rato en enfocar la vista, pero cuando lo hizo quedó deslumbrado. Muy muy lejos, la silueta de una isla recortaba el horizonte. Olvidándose de la tensión que había pasado unos minutos antes, soltó una carcajada de alegría. Ya nada importaba, porque por fin, luego de tantas semanas de viaje, estaban llegando. 

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora