26

3 1 0
                                    

James estaba extasiado. ¡La llave, escondida en la brújula! Nunca hubiese podido encontrarla de no ser por el accidente de Grethel. Aún no podía salir de su asombro. Margaret, reaccionando más rápido que él, apareció a su lado con el cofre en las manos.

—Si la llave no abre esto, que me caiga un rayo ahora mismo —dijo la joven mientras apoyaba el cofre de madera sobre la mesa. James se quedó contemplándolo un largo rato con la llave en la mano, sin animarse a hacer nada.

—Grethel, gracias a ti descubrimos la llave, así que te cedo el honor —dijo el chico sin rodeos. La aludida fijó su mirada en James con los ojos muy abiertos.

— ¿Es en serio? ¿Quieres que la odiosa Grethel lo haga?

James asintió y volteó el cofre para que la cerradura quedara del lado de Grethel, luego le tendió la llave. Él y Margaret se ubicaron detrás para ver.

La chica sopesó la llave entre las manos y la contempló durante un rato. Tenía muescas en un solo lado, y este se conformaba por tres ranuras, cada una de distinta altura y grosor. El otro extremo, de donde se agarraba, era plano y decorado con un grabado arabesco. Decidida, Grethel la introdujo en la cerradura del cofre. Todos sonrieron de oreja a oreja al ver que encajaba a la perfección. Miró a los dos chicos y volvió a lo suyo. Giró la llave con suavidad, y se le erizó la piel al sentir un leve clic. La tapa del cofre se levantó tres milímetros. James no pudo contenerse y la abrió, con mucha lentitud. El contenido del cofre se reveló por fin, ante tres pares de ojos brillantes de la emoción.

— ¿Un libro? —dijo el chico, intrigado. Se acercó a la mesa y lo tomó con las dos manos, como si sostuviera un bebé.

—Así parece —afirmó Margaret, pegándose al lado de James para ver mejor. Grethel se puso del otro lado.

La tapa del libro era de cuero rojo muy gastado. Tenía un dibujo que antaño había estado grabado en dorado, y que ahora apenas conservaba las muescas y algunos destellos. Sin embargo, por la forma James supuso que era el mismo dibujo de la tapa del cofre. Luego de mirarlo por delante y por detrás, lo abrió.

"Bitácora de Wilson Tretford" —leyó James donde ponía el título, que estaba escrito en una prolija letra cursiva. La superficie de algunas hojas era ondulada, pues quizás habían estado mojadas alguna vez—. Increíble, esto no me lo esperaba para nada.

James pasó la página y se encontró ya con la primera anotación. Fascinados, trataron de leer lo que decía, pero el joven siguió pasando las páginas para ver qué más había. Vieron algunos dibujos y hasta un par de mapas.

—Esperen, vamos a sentarnos tranquilos y a leerlo desde el principio —propuso Margaret—. Debe decir cosas muy importantes.

— ¿Será sobre la isla? —preguntó Grethel.

—Lo sabremos cuando lo leamos —contestó James.

Caminó hasta la cama y se sentó, y las chicas se sentaron una a cada lado. Estaba por empezar a leer la primera página, cuando una persona irrumpió en la habitación sin golpear.


II

— ¡Tierra a la vista! —exclamó Edgard mientras bajaba del mástil. Angus se había quedado anonadado contemplando el horizonte. Un minuto después se decidió a bajar para contarles a los demás.

Corrió hacia el comedor y empezó a avisarles a los que estaban allí. De forma automática todos salieron para ver si podían avistar la isla. Pero Angus quería contarle a James antes que a nadie, ya que era uno de los que más ansiosos estaban. Así que fue hasta su camarote y abrió la puerta.

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora