La noche estaba cayendo lentamente, pintando el cielo con colores anaranjados que se iban oscureciendo a cada minuto. El grupo que estaba en la cabaña seguía trabajando sin descanso, cada vez más desconcertados por el raro cristal. Angus había parado un rato para aclarar las ideas. Apoyado en contra de la pared, contemplaba a sus compañeros, que trabajaban en conjunto como si estuvieran en un laboratorio profesional. Si bien casi todos sabían algo de química, en relación con la especialidad de cada uno, ninguno era químico por sí solo salvo Theodore. Así que entre todos tuvieron que reunir sus conocimientos y complementarse.
— ¿Algún avance? —preguntó Ágatha, que apareció de la nada junto a él.
—No. Me parece increíble que hayamos estado trabajando casi ocho horas y no hayamos llegado a nada en concreto —respondió Angus, con la mirada severa y cansada—. Lo único que pudimos sacar en claro es que el interior del cristal nada tiene que ver con su exterior. La parte dura es prácticamente una amatista hueca, pero el líquido de adentro no tiene pruebas de ser de origen mineral.
—Tienes razón con lo del líquido. Pero Amanda y yo hemos descubierto algo asombroso, ven.
Ágatha guio a Angus hacia uno de los microscopios. Amanda estaba allí, inclinada sobre el instrumento. Al ver que llegaban, se apartó y le cedió el lugar a Angus.
—A simple vista el líquido parece agua, salvo por su tonalidad violácea y una multitud de pequeñas partículas que flotan en él —explicó la zoóloga—, pero mira lo que ocurre cuando entra en contacto con tejido vivo.
Angus se inclinó sobre el microscopio y miró. Era cierto, el líquido era prácticamente agua llena de puntitos más oscuros. Pero cuando Amanda puso su dedo en contacto con la muestra de la placa, ocurrió algo insólito. De repente, las pequeñas partículas cambiaron de forma y se apresuraron por traspasar la piel del dedo. Amanda lo retiró y le pasó al sorprendido Angus un cuaderno con dibujos. Allí había dibujados unos bocetos de unos raros microorganismos.
—Esto es increíble —expresó Angus, boquiabierto.
—Parece que ya sabemos cómo ingresan los "poderes especiales" de los cristales al cuerpo. Sin duda esas partículas son microorganismos camuflados que solo reaccionan en contacto con seres vivos —comentó Ágatha.
—Aún no sabemos si son los organismos en sí los que causan el poder, o si llevan almacenado algo en su interior que lo transmite —dijo Amanda, retirando la placa del microscopio—. Jamás en la historia de la ciencia se había visto algo así.
—Bien, ahora que conocemos qué es lo que contiene el líquido, hay que analizar mejor esos microorganismos. Será la única forma de encontrar un neutralizador efectivo —dijo Angus, con el rostro más relajado y alegre—. ¿Qué les parece si nos tomamos un descanso para celebrar el descubrimiento?
Todos estuvieron de acuerdo. Lo mejor era tener la mente despejada para seguir con la investigación.
II
El día había terminado también para el grupo que estaba atravesando la selva. Como avanzaron más rápido de lo que habían calculado, ya estaban a solo un par de kilómetros de entrar en territorio enemigo. Tres horas antes pasaron por la Gruta Mayor, pero no tuvieron ningún problema porque estaba deshabitada por completo. Luego de un rápido examen, Ikaia y Edgard informaron la razón: los kozuga ya se habían llevado todos los minerales. Como estos eran demasiado toscos y pesados para llevarlos en un solo barco, supusieron que les habían sacado el líquido y lo habían embotellado. Si eso era así, ya se encontrarían con las pruebas en cuanto llegaran a la aldea.
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La Isla de los Cristales
AdventureA finales del siglo XIX, un grupo de académicos es sorprendido por una misión atípica: tendrán que dejar sus cómodos trabajos en la universidad para explorar una isla lejana y desconocida. Sin embargo, desde el principio tienen sospechas de que no t...