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La mañana siguiente empezó para Jeff como de costumbre. Era el día que le tocaba dar clases de geografía en la universidad. Comenzó a vestirse sin apuro, sabiendo que le sobraba tiempo. Se puso una camisa con cuello alto, luego la corbata, un chaleco y la chaqueta, junto a sus pantalones de vestir a juego en color azul. Mientras se ponía los zapatos, volvió a mirar la hora. Los ojos se le abrieron como platos al ver que se había confundido: en vez de faltarle una hora le faltaban diez minutos. Corrió hacia la cocina sin terminar de atarse los cordones, y se quemó la lengua al intentar tomarse el té de golpe. Optó por sacrificar el desayuno y llegar a tiempo, así que, luego de abrigarse, detuvo un coche para llegar más rápido.

Apenas el coche llegó a destino, Jeff pagó y se bajó, esquivando varios charcos. Atravesó como un rayo el jardín de la universidad y se dirigió a la parte trasera del edificio principal. Entró en una sala donde había cómodos sillones, un par de bibliotecas repletas de libros y folletos universitarios, y algunas mesas utilizadas para tomar un refrigerio en las horas libres. En una placa fijada a la pared se leía Salón de Profesores. Allí iban estos cuando tocaba el descanso, y aprovechaban para tomarse una taza de té o café, acompañado por algún bocadillo.

Pasó de largo la sala de profesores y entró en un salón más grande con varias puertas y cuadros enormes colgados en las paredes. Eligió la pared de la izquierda y entró en un amplio pasillo donde se ubicaban las aulas. Había llegado con cinco minutos de retraso, así que todos los estudiantes ya estaban ingresando. Junto a la puerta estaba una joven rubia con delantal de sirvienta, y miraba a Jeff con intención de reprocharle.

—Qué raro que haya llegado tarde, profesor —dijo la chica, careciendo de vergüenza.

— ¿Qué haces aquí, Grethel? —indagó Jeff, un poco molesto.

—Vigilando a tu clase hasta que llegaras. De nada.

Tras decir esto, tomó el balde que estaba a su lado y comenzó a alejarse.

—Espera —la frenó el hombre, aunque sabía que eso lo haría retrasarse más. Grethel se dio vuelta y puso las manos en la cintura.

— ¿No querías que me marchara?

—Quería pedirte que seas más disimulada cuando espíes mis clases. Los alumnos se distraen.

—Si se distraen, por algo será —contestó con tono altivo—. Pero si soy una molestia, entonces trataré de disimularlo mejor.

—Gracias. Además, ten cuidado con el Sr. Dagger. Si descubre que la chica de la limpieza se cuela en las clases, será tu fin.

Grethel respondió con un gesto de la mano restándole importancia, y luego se fue. Jeff entró al aula, acomodó sus cosas sobre el escritorio y pidió silencio. Comenzó a dar la clase como siempre, aunque en su mente quedó rebotando la conversación con la joven.

Cuando sonó la campana del descanso, Jeff se puso a guardar sus pertenencias y esperó a que salieran los alumnos. Luego salió del aula y caminó rápidamente hacia la sala de profesores. Le costó un poco llegar, ya que el camino estaba atestado de estudiantes que conversaban. Cruzó la puerta respirando hondo y tratando de recordar lo que había ensayado para decirle a Amanda. Buscó a la mujer con la vista, y la encontró en una de las mesas, charlando con otros compañeros. Mientras más se acercaba más nervioso se ponía, aunque agradecía no tener que estar a solas con ella.

—Hola Amanda —saludó Jeff, sentándose frente a la mujer. Ella interrumpió su conversación y le dirigió una hermosa sonrisa.

—Hola, Jeff, qué gusto verte —respondió—. ¿Quieres un té?

El hombre aceptó y ella le sirvió de una tetera que había a su lado. Los otros dos ocupantes de la mesa eran Thomas y Jules, integrantes del DDI a los que tampoco conocía mucho. Sus especialidades eran la arqueología y la biología, respectivamente. Como también irían al viaje, ese fue el principal tema de conversación.

La Isla de los CristalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora