Cap 16: ~Una nueva vida~

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"RAYHAN"

25 de febrero de 2003

Los chasquidos de la tetera se escuchan en toda la casa. Estoy preparando té para desayunar y poder tomarlo junto a Suhaila cuando se despierte. Me he levantado hace más de dos horas porque no lograba dormir y, desde entonces, no he podido dejar de mirarla. Es tan preciosa que su belleza me deja deslumbrado cada vez que la veo. Qué suerte tengo. Jamás pensé que conseguiría que fuera mi mujer. Esto se lo debo a mi padre. Como todo en la vida. Sin él no soy nada. Observo por enésima vez la silueta de su cuerpo, su tersa piel, sus enormes pestañas… Todos querrían tener una mujer como ella. Me siento afortunado de poder decir que es mía. Solo mía. La noche de ayer fue inmejorable. Poder acariciarla después de tantos años deseándolo, sentir el calor de su pecho y rozar su respiración con la mía es un placer que nadie más puede permitirse. Su tacto es delicado y suave, sus ojos simulan a las olas del mar y yo a su lado me siento como si un tsunami me alcanzara, pero luego de nuevo todo volviera a la calma. Nunca he estado tan enamorado de nadie como de ella. Su dulce voz me da ganas de besarla y sus labios me incitan a hacerle el amor. Anoche nos deshicimos de la ropa en apenas segundos y pude contemplar de cerca cada poro de su piel. Cuando le acercaba mis manos, su cuerpo se encogía y mostraba rechazo, pero lo entiendo. Es muy joven, nunca ha experimentado estas cosas y le cuesta adaptarse. Aun así, estoy seguro de que se sentirá como una reina en esta casa. Ya me encargaré yo de ello y de que viva lo más cómodamente posible. Ella lo es todo para mí. 
   
El aroma del té se esconde por cada recoveco, buscando ser el protagonista de la mañana. Levanto con cuidado un lado de la tetera y descubro que ya está casi listo. ¡Qué bien huele! Lo dejo en el fuego durante unos minutos más y aprovecho para terminar de preparar el resto del desayuno. Abro el mueble que tenemos en el salón y saco varios bollos de chocolate envueltos en una bolsa de plástico. Los coloco en la alfombra y me dirijo a la habitación para despertar a Suhaila. Si no está en el salón antes de cinco minutos, el té se enfriará y perderá todo su sabor. No podemos permitirnos eso. Las horas del té, para mí, son sagradas. Lo tengo que beber al menos siete veces al día y hay veces que me parece insuficiente. Para todos los árabes el té es como una de nuestras extremidades, sin la cual no podríamos vivir. Pero creo que lo mío ya es adictivo. Consumo mucho más té que el resto de personas. De hecho, es raro verme sin un vaso en la mano a cualquier hora del día. Seguro que a Suhaila le gusta tanto como a mí. Me asomo a la habitación y la luz de casi mediodía se refleja en ella. No entiendo cómo es capaz de dormir con el sol en la cara, yo en cuanto el cielo empieza a clarear tengo que levantarme, porque no puedo dormir sabiendo que ya ha amanecido. Pero ella… Ella es capaz de todo. «Ayyy», se me escapa un suspiro sin querer. Suhaila empieza a removerse soltando algún que otro bostezo. 
   
—¡Oh, ya es de día! Me he quedado dormida —dice nerviosa—. Iba a levantarme temprano a limpiar la casa y prepararte el desayuno para que estuviera listo cuando te despertaras. —Se frota los ojos y se pone de pie inmediatamente. 
   
—Tranquila, Suhaila. Aquí no tienes que vivir agobiada y pensar simplemente en limpiar y hacer la comida. De eso ya se encarga Najwa. Hoy es el día después de la boda, te mereces descansar. El desayuno está preparado en el salón. ¿Me acompañas? —Le tiendo la mano.

Se queda unos segundos callada. 
   
—¿Me has preparado el desayuno? —me pregunta extrañada. 
   
—Claro, mi amor. ¿Por qué no iba a hacerlo? 
   
Se hace el silencio. Solo se escucha la tetera de fondo. 
   
—Ningún hombre me había preparado nunca el desayuno. —Parece bastante sorprendida.
   
Siento la necesidad de abrazarla, volver a tocarla y decirle lo mucho que la amo, pero recuerdo que el té nos espera. La guío hasta el salón y cuando ve la alfombra llena de dulces se queda boquiabierta. 
   
—¡Guau! ¿Y toda esta comida, Rayhan? ¿A quién has invitado a desayunar?
   
—A nadie, vida mía. —Me hace reír—. ¡Esto es solo para nosotros! Así que disfruta de este manjar que te he preparado. Puedes comer todo lo que quieras. 
   
—¿Cómo sabías que me gustaba tanto el chocolate? —Alucina. 
   
—Ahhh, ¡sorpresa! —Río—. ¿Has visto que marido más listo tienes? 
   
Suhaila se sienta en el suelo, degustando varios bollos a la vez y un vaso de té. Disfruta de cada bocado como si fuera el último y sus ojos se abren y se cierran saboreando la comida. He hecho bien en preparar tanto desayuno, creo que tiene bastante hambre. Bebe varios sorbos de té caliente para que entre mejor y vuelve a pegar un bocado. No puedo dejar de mirarla. Recién levantada es aún más guapa. Sonrío. Me hace gracia ver cómo tiene la cara llena de churretes de chocolate. Intento limpiarlos con una servilleta, pero cuando me acerco a ella, sus ojos se despegan del dulce y se fijan en los míos. Tras dos segundos de conexión, retira la mirada y de sus labios aflora la sonrisa más bonita del mundo.

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