"EL OBISPO"
16 de febrero de 2008
Hoy es un día para celebrar. ¡Ya hay veinte mujeres trabajando aquí! Nos hemos venido todos los hombres a uno de los salones que tenemos en la casa para tomarnos unas copas y charlar. Quién nos lo iba a decir al Bulldog y a mí cuando decidimos meternos de lleno en esto. Cuántas cosas han pasado desde entonces. Era 1988. Estaba harto de trabajar de transportista en Chamartín y decidí buscarme la vida en Ibiza. Necesitaba hablar con la gente, conectar con ellos y alejarme del caos madrileño en el que estaba atrapado desde hacía años. Había descubierto que el trabajo de conductor, definitivamente, no era para mí, pero sin estudios tampoco podía optar a muchos más puestos. Cogí un vuelo con los ahorros que tenía guardados en ese momento y me marché. Tras varios días en hostales, porque era lo más barato que existía por aquel entonces, y de patearme completamente la ciudad echando currículums por todos lados, me llamaron para trabajar de camarero en un garito que había en primera línea de playa. La idea al principio no me terminaba de llamar la atención. Yo era más nocturno y, en cambio, en este trabajo tenía que currar durante el día. Empecé pensando que estaría tan solo unos meses y al final acabé echando allí tres años. Me empezó a gustar el ritmo caribeño que se palpaba en nuestra Escalinata. Allí conocí a gente increíble, algunos de ellos mis mejores amigos en la actualidad. Fueron años de desenfreno, de locura, de disfrutar al máximo, de beber hasta que el cuerpo aguantaba y de ligar. ¡No veas cómo ligaba! Era el terror de las nenas. ¡Qué grandes momentos! Recuerdo una noche de agosto, de esas en las que el cuerpo me pedía enrollarme con un buen pibonazo, que salí de fiesta por toda la zona costera. Había tanta gente que veraneaba allí que en cualquier momento podría encontrar alguna tía con la que acostarme. Iba sin prisa, pero sin pausa. Una copita. Un chupito. Otra copa. Y así pasaban las horas, hasta encontrar el punto de alcohol perfecto para lanzarme a la rubia que me miraba desde el otro lado de la barra, pero entonces apareció el Bulldog y me aplastó todos los planes que tenía para esa noche. ¡Siempre se lo echaré en cara! Esa rubia tampoco lo perdona… Era la primera vez que veía a aquel tipo por allí, aunque por sus pintas se notaba que no era de Ibiza, sino que más bien parecía un italiano adinerado. Se presentó como Diego, su verdadero nombre. El mote del Bulldog no llegó hasta años más tarde, cuando ya estábamos en el club. Me iba buscando porque le habían hablado de mí. Siempre había querido montar una empresa y ser mi propio jefe, y él me dió la oportunidad justo a tiempo. Esa noche pasé de no saber quién era ese hombre rapado y con cara seria, a ser su socio. Me contó la idea del nuevo negocio que quería abrir en Madrid y flipé en colores: un puti. Me habló de cantidades muy altas. Muy, muy altas. Tanto que no pude rechazarlo. A día de hoy pienso que fue la mejor decisión de mi vida. Si volviera atrás repetiría mis pasos una y otra vez, sin dejarme nada en el tintero. Ahora vivo a cuerpo de rey. Tengo a las tías que quiero, un buen carro para fardar con ellas, ropa elegante, una buena casita… No cambiaría esto por nada del mundo. Antes muerto.
—Tío, ¿a qué no sabes qué? Me acabo de acordar de LA NOCHE en Ibiza —le digo con énfasis al Bulldog.
—Buah, chaval, ¡qué tiempos aquellos! Eras un canijo eh, aunque ahora no sigues siendo mucho más alto. —Se ríen el Bulldog y el Pirata.Lleva razón. No puedo hacer otra cosa más que reírme y aceptar mi ascendencia de gnomo. A estas alturas, y nunca mejor dicho, ya nunca voy a sobrepasar el metro sesenta. Me echo una copa y les sirvo otras dos a ellos. Aunque somos pocos, la mesa está llena de botellas. Nos gusta beber bastante, así que mínimo una botella y media por cabeza cae esta noche. Pongo música para animar el ambiente y saco la droga de la caja metálica que tenemos en el armario principal.
—¿Quién se anima? —les digo.
Hay de todo: anfetas, maría, coca, tripis… La llamamos «La caja mágica», porque tiene todo lo que necesitamos en el momento adecuado. Empiezo con un porrito, pero la cosa se anima pronto y nos pasamos rápidamente al cristal. Esta la tenemos reservada para celebraciones. Somos conscientes de que no podemos consumirla todos los días; aún así nos encanta. El cocktail de drogas nos empieza a hacer efecto y el alcohol se nos sube a la cabeza.
—¿Sabéis lo único que me falta? —digo.
—¡FOLLAAAAAAR! —exclama el Bulldog. Es el que más desatado está.
—Cómo me conoces…
La música está tan alta que apenas nos escuchamos entre nosotros.
—Vamos a la habitación de las chicas. —Se levanta el Bulldog.
—¡Venga! No hay huevos…El pirata nos mira pensando que estamos locos. Él solo se ha fumado un par de porros. Es el que mejor se encuentra.
—¡Claro que los tengo, maricón!
—¿A cuál vamos? A la de Claudia, la de Marisol… ¿cómo se llamaban las demás? Será que no tenemos para elegir. —Me río.
—Vamos a la de Lizzeth, Esmeralda y Suhaila —dice el Bulldog.
Nos miramos entre los tres sabiendo que todos queremos tirarnos a la misma tía. Es que es la que más buena está de todo el club. Creo que son sus ojos. Nos tienen hipnotizados. Sin pensárnoslo dos veces, dejamos las copas a medias, el cristal esparcido por la mesa y salimos del salón. ¡Qué empiece la fiesta!
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~ Una Más ~
Science FictionSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...