"SUHAILA"
23 de mayo de 1998
Las marcas de los golpes siguen siendo evidentes en mi cuerpo a pesar de haber pasado ya unos cuantos días desde la última pelea que tuve con Farid. Aún tengo la cara hinchada y me cuesta respirar cuando hago movimientos forzosos. Lo que más trabajo me supone es, sin duda, lavar a Hassan. Sus músculos apenas tienen fuerzas y todo el peso recae sobre mí, lo que hace que, a veces, me sea imposible levantarlo. Me muero de pena cada día que pasa y veo que no mejora ni siquiera un poco. Es duro ver cómo lentamente el cuerpo de tu hermano se consume y no puedes hacer nada para evitarlo. Si tan solo tuviera la oportunidad de salir de casa para llevarlo a hacer los ejercicios de rehabilitación todo sería más sencillo, pero nuestro padre es un monstruo que no tiene sentimientos. No puedo entender cómo es capaz de ver así a su hijo y estar tan tranquilo. Si fuera el mío yo no sé cómo reaccionaría, pero lo que sí sé es que estaría a su lado las veinticuatro horas del día, como lo estoy ahora. Entre pensamiento y pensamiento preparo la cena. Farid está a punto de llegar y si no está hecha me volverá a pegar, así que más me vale obedecer y tenerla cocinada para cuando entre por la puerta. No me apetece tener que pasar por sus manos. Caliento una olla a fuego alto y pelo unas cuantas patatas y varias zanahorias. Hoy voy a hacer un revuelto con ellas acompañado de un poco de arroz que sobró ayer. Mientras se cocina el resto de la cena aprovecho para preparar el mantel. Coloco el pequeño hule encima de la alfombra y, junto a él, un cuenco de arroz. Minutos después ya están listas las patatas y las zanahorias, las troceo y las sirvo en un plato. De repente escucho un ruido. Me asomo al pasillo y es Farid entrando en casa. Tiene la cara pálida y ni siquiera saluda, para variar. No habrá tenido buen día en la comisaría. Le preguntaría que qué tal está, pero hace meses descubrí que es mejor mantener las distancias con él porque nunca sé cómo va a reaccionar.
—¡Niñooooos! La cena está lista, ¡a la mesa! —Llamo a mis hermanos.Se queda inmóvil en el pasillo, muy concentrado en quitarse el cinturón, dejando su larga túnica descansar. Los hombres yemeníes visten todos iguales. Siempre una túnica blanca que es adornada con un cinturón ancho y un chaleco, aunque cuando hace más frío este último lo cambian por una chaqueta. Lo más característico es la jambiya envainada que cuelga del cinturón. Ningún hombre va a ningún lado sin su cuchillo curvado. Farid dice que es solo decoración, pero a mí me da miedo que alguna vez pueda hacerme algo con ella.
—Suhaila, ven un momento conmigo a la habitación. —Me indica con la mano la dirección hacia su dormitorio—. Vosotros podéis empezar a cenar —les dice a mis hermanos.
¿Qué querrá ahora? ¡Con el hambre que tengo! A lo mejor quiere darme un regalo por mi cumpleaños, pero me resulta extraño que les deje empezar a cenar sin estar presente. Farid siempre es el primero en ser servido y probar la comida. Cuando mis hermanos han intentado comer alguna vez, da un puñetazo en la mesa que paraliza por completo las ganas de querer empezar antes que él. Primero es Farid, después comen el resto de hombres y, finalmente, las mujeres. Nosotras somos las últimas y nos comemos lo que les sobre a ellos, así que casi nunca consigo comer algo de pollo. Así son sus estúpidas normas. Cuando mamá vivía comíamos las dos juntas después de que ellos terminaran, pero ahora tengo que hacerlo sola. ¡Cuánto la echo de menos! Tan pronto como entro a la habitación, Farid ya se ha quitado el turbante y está completamente desnudo. Mis ojos no dan crédito a lo que ven y noto como si fueran a salirse de las cuencas. ¿Qué está pasando? Es la primera vez que veo a un hombre sin ropa.
—Desnúdate, Suhaila —me ordena.
Me quedo quieta sin saber qué hacer. ¿Me acaba de pedir que me quite la ropa? ¿Para qué? ¿Qué quiere hacer? No articulo palabra, pero Farid tiene claro que no quiere perder el tiempo.
—¿Estás sorda, niña? ¡Te he dicho que te quites la ropa! —Me vuelve a insistir, pero esta vez con una sonrisa picarona.
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~ Una Más ~
Ciencia FicciónSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...