"LIZZETH"
4 de diciembre de 2010
Estoy harta de tener que aguantar al Bulldog. Harta de sus amenazas, de sus gritos, de sus maltratos, de tener que decir siempre que sí a todo… Esto se ha acabado desde hoy, como que me llamo Lizzeth. Tenga lo que tenga que pasar. ¡No puedo vivir así! Necesito salir del pozo en el que me ha metido este cabrón. Llevo consintiéndole sus caprichos más de un año. Y una cosa es a los clientes, porque es mi trabajo y no me queda más remedio, pero él lo que está haciendo es aprovecharse de la situación. Seré esclava, pero no tonta. En cuanto se baje los pantalones, le voy a dejar las cosas claras.
—No voy a acostarme más contigo —le digo, convencida de lo que estoy haciendo—. Me he cansado de ser tu muñeca de plástico. Si quieres tenerme, págame como los demás.
Como una cerilla, prende nada más rozarla con mi fuego. Claro, siempre tan sumisa que no se esperaba este comportamiento por mi parte.
—¿Cómo dices? Tú eres una puta y estás aquí para hacer lo que yo te diga. Si quiero que me la chupes, me la chupas. Si quiero meterte el rabo por el culo, te lo meto. Si quiero que te tragues mi corrida, te la tragas y punto. ¿¡Me has entendido!? —Se pone agresivo. Más de la cuenta—. Quítate la ropa y ponme las tetas en la cara, ¡YA!
No me lo pienso dos veces. Mis piernas se mueven involuntariamente y comienzo a correr por el pasillo. Gano algo de tiempo mientras él se abrocha el pantalón. Bajo rápidamente las escaleras. Creo que nunca he corrido tanto. Tengo que esconderme lo antes posible. ¿Dónde voy? Vaya donde vaya seguro que me encuentra. ¿Al baño? No. Mala idea. Me metería la cabeza en el retrete hasta ahogarme. Ahora mismo está cargado de rabia. Puede hacer cualquier cosa. Le conozco lo suficiente para saber que es capaz. El tiempo se agota. Estoy cerca de mi habitación. Voy hasta allí. Miro hacia atrás asustada, pero no viene nadie. Uf. Menos mal que no me ha alcanzado. Cierro la puerta con sutileza para que no se escuche y sepa donde me he metido.¡Qué alivio! Al menos estoy a salvo por unos minutos más. Pensaba que me iba a dar una paliza, aunque aún no es tarde.
—¿Lizzeth? —Joder, ¡que susto! Es Suhaila.
—SHHHHH. Calla. Escóndete debajo de la cama. ¡Corre! No hagas ruido —le digo casi susurrando.
Nos escondemos cada una debajo de la nuestra y apagamos la luz. ¡Mierda! Están abriendo la puerta. Mierda, mierda, mierda. ¡Es el Bulldog! Nos va a matar…, y Suhaila no tiene la culpa de nada. ¡Joder! ¿Qué tipo de amiga soy? Enciende la luz y da una ojeada rápida. Se escuchan sus pasos hacia el armario y cómo abre las puertas, pero no encuentra nada. «Que no mire debajo de las camas, por favor. Por favor. Por favor», cruzo los dedos hasta casi partírmelos.
—¡JODER! Maldita hija de puta —se le escucha maldecir—. ¡Se va a enterar cuando la pille! ¡ME CAGO EN DIOS! —¡PUM! Creo que le ha pegado un puñetazo a la pared.
La sombra de sus zapatillas avanza hasta la puerta, se apaga la luz y se escucha un portazo. La habitación se queda nuevamente en silencio. ¿Se ha ido ya? No estoy segura. Esperaremos un poco más, no vaya a ser que sea una de sus trampas. No escucho su profunda respiración, así que al cabo de cinco minutos, sin poder evitarlo, rompo a llorar. Suhaila sale de su escondite y viene al mío. Con la habitación aún silenciosa, me abraza, sin pedirme explicaciones. Apenas tenemos espacio. Nos rozamos contra los muelles del colchón, pero se convierte en el abrazo más verdadero que me han dado nunca.
—Suhaila, siento no habértelo contado antes… Yo quería, pero… —Me interrumpe.
—Lizzeth. Sé perfectamente lo que ha pasado. No tienes que contármelo. Siempre llegabas muy tarde a la habitación; intuía que algo te sucedía. Tú creías que yo estaba dormida y te preocupabas por no hacer ruido, pero siempre esperaba a que llegases. Quería asegurarme de que estabas bien.
Aprieto su mano con fuerza.
—Todo esto lo he hecho por mi hija, pero no puedo más. ¡No puedo más! —Se me empapan los ojos de nuevo.
—Lo sé, Lizzeth, lo sé. Yo hubiera hecho lo mismo que tú… Sabemos mejor que nadie lo que es querer a una persona y no poder estar con ella.
Me abraza con delicadeza y noto su respiración a escasos centímetros de mi cara. Se acerca pausadamente y, entonces, se inclina hacia delante, posando sus labios sobre los míos.
ESTÁS LEYENDO
~ Una Más ~
Научная фантастикаSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...