"LIZZETH"
5 de Abril de 2010
Son las cuatro de la mañana. Ya va quedando menos para que llegue el último cliente y poder descansar. Hoy ha sido un día completamente agotador. Mucho más ajetreado que de costumbre. Parece que se han puesto todos de acuerdo para venir esta noche. Recojo los condones que ha dejado por el suelo el anterior y coloco las sábanas de la cama para poder recibir al siguiente. Creo que debería retocarme un poco. El eyeliner se me ha corrido y tengo una cara horrorosa. Repaso nuevamente la línea negra de los ojos para estar perfecta, aplico un poco de gloss a mis labios y, de paso, me echo más colorete. Ahora ya estoy mucho mejor.
—Lizzeth, ven un momento. Tenemos que hablar. —El Bulldog me está llamando desde el otro lado de la puerta. Qué pesado es.
—Ahora mismo no puedo ir. Estoy esperando al último cliente. ¡Está a punto de llegar! —le digo, pero parece importarle poco.
Nuevamente me pide que vaya, pero sé perfectamente lo que quiere, y ahora mismo no tengo ganas. Estoy cansada de que me utilice siempre a su antojo, así que sigo maquillándome y le ignoro.
—¡He dicho que vengas! —Se enfada muchísimo—. Hoy tu último cliente voy a ser yo.
¡Lo sabía! Sabía que me buscaba para llevarme a su habitación. ¡ES QUE LO SABÍA! Fuck! Me jode tener que ceder una vez más e irme con él. Si lo sé no me vuelvo a maquillar… ¡Qué rabia me da haberme puesto guapa para ser su puta! Cada día le soporto menos y, si pudiera, le estamparía la cara contra la pared. No será por falta de ganas. Llevamos varios meses quedando todas las noches. ¡No se le escapa ni una! Normalmente, nos vemos cuando termino de trabajar, pero hoy no ha aguantado hasta las cinco. Debe estar demasiado desesperado. ¡Qué hijo de puta! De todas las chicas que estamos en el club me ha tocado a mí ser la favorita del Bulldog. Menuda suerte… Le gustan las negras y claro… Lizzeth es «una negra muy negra», como dice él. Al principio aguantaba por mi hija, pero cada día esta situación se está volviendo más insostenible. Lo único que me mantiene con esperanza es que si me porto bien con él, quizá pronto me deje verla. Aunque sea solo por unas pocas horas.
(***)
Él ya está desnudo y la puerta bien cerrada con llave por si a algún despistado se le ocurre entrar. Como cada noche, me desvisto en apenas unos segundos y me pongo a cuatro patas. Su postura preferida. Siempre miro a la pared, suplicando que se termine cuanto antes este momento. Me sé de memoria todos los puntos del gotelé, los desconchones y las grietas provocadas por el paso del tiempo. ¡Qué asco me produce pensar que tengo su pene dentro! Primero me la mete por la vagina y en el segundo asalto pasa directamente al culo. Me dice guarradas, me agarra del pelo, me pega, me lame la espalda… Le escucho gemir, gritar y decirme lo puta que soy. Las gotas de su sudor caen sobre mi espalda y se mueven de un lado para el otro al ritmo de la penetración. Cuando vivía en mi aldea en la sabana africana y corría de un lado para otro jugando con un neumático que me había encontrado en medio de la calzada, jamás pensé que en un futuro no muy lejano estaría tendida en la cama de un español con el culo en carne viva.
Llego a mi habitación sin apenas poder moverme. El Bulldog me ha hecho sangrar. Creo que tengo hasta heridas. No utiliza lubricante porque él dice que no lo necesita, pero mi culo sufre las consecuencias. Al abrir la puerta me encuentro a Suhaila y, aunque me duele el cuerpo a más no poder, me pongo recta y camino hacia ella como si me encontrase perfectamente. No puede saber nada de todo esto. Si el Bulldog se entera de que se lo he contado a alguien… Mi niña…
—¡Hola! ¿Ya has acabado por hoy, no? ¿Qué tal se ha dado? —No me da opción a que pregunte primero.
—Sí, por fin —respondo—. La verdad es que el día se me ha hecho larguísimo, no te voy a mentir. Estaba deseando llegar al cuarto. —Hago varias muecas con la cara. Me duele muchísimo la zona del vientre. Estoy segura de que va a pensar que me pasa algo.
—A mí me ha pasado igual, menos mal que ya estamos en la habitación y podemos descansar hasta por lo menos el mediodía, que ya sabes que luego empiezan a hacer ruido y no hay quien logre volver a dormirse. —Sonríe forzadamente—. Oye, ¿estás bien? Te noto muy apagada.
¡MIERDA! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! Es que cuando me pasa algo se me nota todo en la cara… ¡joder! ¿Y ahora qué le digo? Tengo que pensar rápido, si no creerá que le estoy mintiendo, y no puedo permitirme que deje de confiar en mí.—Sí, sí… Estoy bien. —Dile algo más. Algo más, Lizzeth. Algo más. Algo más—. Bueno, en verdad… no estoy muy bien. ¿Puedo contarte un secreto? —No estoy muy segura de si debería hacerlo.
—Claro, por supuesto Lizzeth. Estoy aquí para ti, como tú lo estás para mí.
—Tengo una hija. —Me cuesta respirar. Es la primera persona que lo sabe, exceptuando el Bulldog. Trago saliva varias veces antes de continuar—. Se llama Jaineba. Cuando llegué aquí estaba embarazada. Nadie lo sabía ni siquiera yo. Estaba de cuatro meses, pero como no tenía barriga jamás me lo hubiera imaginado. Hasta que eso empezó a crecer y, claro, el Bulldog llamó a un médico para que me examinara. Confirmado: estaba embarazada. Estuve en una habitación recluida, sin ver a nadie las veinticuatro horas, hasta que di a luz al bebé. Solo me llevaban la comida una vez al día. Aquello parecía una auténtica cárcel. Así viví durante varios meses, aunque para mí parecieron años. Cuando Jaineba nació me la arrebataron de las manos mientras aún me encontraba débil e indefensa. Solo pude verla unos segundos antes de que el Bulldog se la llevara para siempre. Desde ese día, nunca más la he vuelto a ver.
Se me ponen los pelos de punta solo de recordarlo. Se lo he contado. He tenido el valor de contárselo a alguien después de tantos años callada y maltratada por quien me robó a mi hija. Me siento liberada y a la vez aterrorizada por si lo que acabo de hacer se vuelve en mi contra. Espero que Suhaila no se lo cuente a nadie. Creo que es una buena amiga. Desde que llegó me ha demostrado más que las que llevan aquí años conmigo. En un momento u otro tenía que contárselo. Lo necesitaba, pero creo que le ha afectado más de la cuenta.
—¿Por qué estás llorando? —le pregunto asombrada.
—Yo también tengo una hija. Se llama Zaida.
Me alivia escuchar esas palabras. Ahora sé a ciencia cierta que nadie sabrá de la existencia de Jaineba. Sabe guardar un secreto.
—Llevo dos años o así sin verla. O eso creo, porque el tiempo aquí dentro pasa demasiado lento y no sé realmente cuántos meses hace que llegué a este lugar. Debe estar súper grande. Me encantaría ver aunque fuera una fotografía suya. No hay día que no piense en ella. He soñado tantas veces que nos veíamos… Parecía tan real. Hay momentos que no diferencio la realidad de los sueños, y creo que es lo único que me sigue manteniendo viva. La esperanza de poder encontrarme cada noche con mi hija. —La escucho atentamente.
—No podría entenderte mejor… No sabes la de veces que he ideado un plan para salir de aquí, pero nunca consigo llevarlo hasta el final.
—Yo también pienso en ello cada día, pero tampoco me atrevo. Tengo demasiado miedo.El pasado me demostró que lo mío no es huir, aunque a veces pienso que no sé si realmente es difícil salir de aquí o es lo que los proxenetas nos han intentado hacer creer.
—¿Y no has pensado en suicidarte? —le pregunto—. Yo nunca tengo ganas de vivir y cuando me levanto con ganas se me acaban gastando porque en el fondo de mi corazón sé que nunca volveré a ver a Jaineba. Ni siquiera sé si sigue conservando ese nombre. No tengo pruebas de que soy su madre, ¡ni siquiera sé cómo es su rostro actualmente! Nunca la encontraría. El único que tiene contacto con ella es el Bulldog, y jamás me contará nada.
—Deberíamos intentar hacer algo —propone Suhaila—. Algo que no implique demasiados riesgos para nosotras ni para nuestras hijas, pero que podamos conseguir. No podemos aguantar más esta situación. ¡Tenemos que pensar, Lizzeth! Tenemos que salir de aquí. Tenemos que salir juntas de aquí, ¿de acuerdo? Juntas. Y si no lo conseguimos, la primera que salga luchará por la otra. No nos dejaremos solas. Pase lo que pase. ¿Vale?
Nos fundimos en un largo abrazo. Ahora nuestro único objetivo es salir de aquí. Por nosotras y por volver a ver a nuestras hijas.

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~ Una Más ~
FantascienzaSamira, es la madre de tres hijos, embarazada de un cuarto y casada con un hombre egoísta y ruin, que solo la ve como objeto de placer y servidumbre. Pese a su juventud y las ganas de ver crecer a sus hijos, una enfermedad arrolladora atacará repent...