Cap 38: ~Por amor~

1 0 0
                                    

"JAMIL"

20 de enero de 2008

Sentado en una roca mal puesta en el camino, espero a que Suhaila salga del cementerio. Le he dicho que podíamos ir, pero con la condición de que tardásemos poco tiempo. Primero, porque hay que llegar al aeropuerto lo antes posible y, segundo, no quiero que nadie nos vea y sospeche lo que vamos a hacer. Los primeros rayos de sol afloran entre los árboles y, al mirar hacia ellos, entorno los ojos. No puedo soportar tanta claridad, pero sí que los mantengo cerrados mientras disfruto del calor escondido entre tanta nube negra. El cementerio siempre me ha parecido el lugar perfecto para reflexionar. El silencio de los cuerpos enterrados, las tumbas solitarias y los pasillos desérticos me hacen pensar en si estoy realmente aprovechando la vida que tengo. Definitivamente, la respuesta es no. Me gustaría haber hecho tantas cosas… y tantas otras que nunca podré llegar a hacer. Llevarme a Suhaila de Saná es una locura. Una auténtica locura. ¿Qué estoy haciendo? JODER. Le pego una patada a un trozo de chapa que hay tirado por el suelo y el sonido retumba produciendo eco. Veo de lejos como se gira sobresaltada. Se despide de las tumbas y vuelve por el mismo camino que la ha llevado hasta allí. 
   
—¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? —me pregunta asustada y mirándome la pierna. 
   
—Sí, sí, tranquila. Me he dado sin querer. No ha sido nada. ¿Ya has terminado? —Procuro disimular. 
   
—Sí, ya he terminado. Podemos irnos cuando quieras —dice mirando a lo lejos, intentando ver en la distancia las tumbas por última vez. 
   
La invito a subir de nuevo al coche y ponemos rumbo al aeropuerto. Mientras que llegamos, le explico en voz baja, para que nuestro chófer no se percate de nada, todo lo que tenemos que hacer una vez que estemos allí. Esto es nuevo para ella, así que una ligera explicación no le vendrá nada mal. Le cuento que tenemos que pasar un control para no subir ciertas cosas al avión y también para poder salir del país. 
   
—Cuando enseñemos la documentación te pido por favor que no hagas ningún gesto extraño. Como ellos noten en algún momento que estamos mintiendo puede ser muy peligroso para ambos, incluso para Zaida. ¿De acuerdo? —Asiente—. Esto es una joya que no podemos perder de vista bajo ningún concepto. —Le muestro los pasaportes—. Los voy a guardar en mi equipaje para no perderlos. Estoy aquí contigo. Todo va a salir bien. —Acaricio su mano. 
   
Tras un buen rato conduciendo llegamos al aeropuerto. ¡Madre mía, cuánto tráfico hay hoy por todos lados! Era imposible avanzar por la carretera, pero bueno, lo importante es que finalmente estamos aquí, en la puerta de nuestra terminal. Nos bajamos del coche y, mientras Suhaila coge a Zaida, yo me ocupo de sacar el equipaje y pagar al conductor. Está empezando a chispear, de modo que nos apresuramos a entrar. Una vez dentro, nos dirigimos a las pantallas que muestran la información de los vuelos. Parece que el mostrador para facturar las maletas no queda lejos.
   
—Gracias por sacarme de aquí. —Miro a Suhaila sorprendido—. No sabía lo mucho que necesitaba esto hasta que tú me abriste los ojos. Nunca voy a olvidar lo que has hecho por mí, pero tengo que ser sincera. Estoy muerta de miedo —reconoce—. No paro de pensar en Rayhan. Seguro que ya se ha dado cuenta que no estoy en casa. Probablemente alguien lo ha avisado y esté viniendo a por mí. Si se entera que estamos juntos nos matará a los dos y hará lo que quiera con Zaida. —Se empieza a desquiciar. 
   
—Tranquilízate, por favor. Solo faltan unas horas para que salga el vuelo, y es normal que estés tan nerviosa, pero en cuanto crucemos esa puerta de allí —le señalo al fondo— todo habrá acabado. Él no podrá acceder ni ver que estamos dentro. Cuando pasas a esa parte es porque vas a viajar y tienes un billete. Si no lo tienes, no te permiten la entrada. Así que no tienes por qué preocuparte. Todo está bajo control —aseguro. 
   
Pero ella sigue intranquila, mirando hacia todas partes y sin poder despegar el ojo de las puertas de la terminal. 
   
—Mira, vamos a hacer una cosa. Vamos a facturar las maletas ahora mismo. Así podemos pasar ya el control y quedarnos a esperar en esa parte que te estoy diciendo. ¿Te parece bien? —Afirma con la cabeza—. Además, estoy seguro de que esta vez no se ha enterado de nada. Hazme caso. No va a venir.

~ Una Más ~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora